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Publicado por El Informador
02/03/2008
Clímaco Rojas Atencio Redactor de EL INFORMADOR,
La Guajira y Laguajirahoy.com


El sacrificio de vacas y chivos, ollas humeantes de chicha, arepas en las parrillas, grandes cantidades de bollos y suficientes chinchorros colgados, así como la repartición de chirrinchi – licor – o whisky, para ser ofrecidos a quienes lleguen a su ranchería y acompañarlos en su duelo.

Foto Archivo particular

Son atenciones en la tierra que despejan el camino para que su pariente muerto para que ocupe un lugar privilegiado en Jepirra, santuario de los muertos ubicado en el Cabo de la Vela, alta guajira.
El velorio, es para el pueblo Wayuu, el evento social más importante en donde la familia del difunto muestra su posición económica, que se denota en la cantidad de personas que van al velorio y las atenciones que se dan a quien los acompaña en el dolor del adiós a un ser querido.
Por esta razón, los nativos se preocupan por criar y atender bien su rebaño, son celosos para sacrificar los animales, ya que necesitan en abundancia para cuando llegue el momento, utilizarlos.
En la Cultura Wayuu, la gente muere dos veces. La primera, cuando el cuerpo desaparece físicamente del alma y se libera, para seguir viviendo en Jepirra. La segunda, cuando se exhuman los restos y son colocados en un sitio definitivo y se hace un velorio como si hubiera muerto nuevamente.
En su dogma el Wayuu no puede dejar tan rápido al difunto, porque puede sentirse abandonado y su espíritu no podrá conseguir la paz, lo que podría generar una tragedia y es por eso que en el cementerio demoran varios días.
El alma vela por la salud, la prosperidad y el bienestar de los integrantes de su ascendencia. La exhumación se hace por requerimientos del alma de la persona muerta o de algún familiar fallecido, que se encuentra en Jepirra.
Primer velorio
Cuando muere un Wayuu, las comunidades se avisan entre sí. Entonces, se prepara el viaje, las mujeres se encargan de recoger utensilios de cocina, llevan abundante agua, café, orégano silvestre, sal y los chinchorros.
En cambio, los hombres alistan los animales como caballo y asno para emprender el desplazamiento, aunque hoy día, algunos se trasladan en vehículos.
El fallecido es velado en la vivienda de los familiares más cercanos o donde vivía, en dónde se espera dos o tres días hasta que lleguen todos los familiares.
Cuando el visitante llega al velorio, es recibido por jefe del núcleo familiar del difunto, detrás de quien se encuentran sus hermanos menores, sobrinos y cuñados, comitiva que agradece la presencia en ese penoso momento.
Enseguida éste le asigna un lugar para que el recién llegado acampe con su familia, bien sea una enramada o simplemente un árbol. Dependiendo de su posición económica, así es la atención. Le entregan chivos u ovejos vivos, chicha y abundante chirrinchi (licor criollo).
Las mujeres buscan leña y se arma el fogón. Inicialmente, hacen el tinto, los hombres matan el chivo y comienzan a realizar la primera comida, que en estos casos sirven hasta cuatro veces durante el día. La carne del animal se hace en friche, guisado, asado y en sopa.
El indígena, cuando sale de su casa para un velorio, no sabe cuando regresa, claro, a ellos poco le interesa el tiempo. Existen algunos que duran hasta 45 días tomando, mientras tanto, la mujer que se las averigüe con sus hijos y vaya problema si le sucede algo.
Normalmente, los nativos realizan las nueve noches en su ranchería y el día siguiente el ritual se traslada al cementerio.
Las mujeres se tapan la cabeza y se apostan al lado y lado de la bóveda a requebrar y los hombres lo hacen de pie y más disimulado. Al rato se retiran y llegan otros más, así sucesivamente, pero el cadáver nunca queda solo.
Después de llorar se van a su chinchorro a conversar, tomar café o fumarse un tabaco y lamentar la muerte del difunto. Juegan dominó, cuentan chistes, narran los últimos acontecimientos, comen, beben, se van relacionando y haciendo amistad durante el tiempo que dura el velorio.
Cuando se van a marchar, se presenta un cuadro bastante denigrante. Algunos indígenas están demasiado tomados, se vuelven perniciosos y en ocasiones se presentan peleas.
Luego el visitante decide marcharse, el jefe del velorio ordena que se le dé un obsequio dependiendo de su posición económica, es decir, si es rico se le dará un torete o una vaca, ron, a otros les entregaran uno, dos o más animales bien sea chivo u ovejos y los de menos recursos un pedazo de carne, chirrinchi, varios tabacos para que beban y fumen por el camino.
Si la persona es asesinada con arma de fuego, a los varones se les prohíbe mirar el cadáver, con el fin de que el espíritu del muerto no tome posesión carnal, y no lleve la misma suerte.
Las mujeres deben cargarlo, llorarlo y enterrarlo, el cual se hace en el menor tiempo posible, ya que se necesita estar en pie de lucha para vengar la muerte de su pariente. Además de otros rituales que le hacen antes de llevarlo a la tumba. Los familiares realizan disparos al aire para despedir al muerto de la tierra y en señal de pelea.
Al occiso le meten las medidas de estatura de los que se quedan en la tierra, para que el alma los proteja. En los orificios de las balas se colocan monedas, con el fin de que el asesino sea objeto de persecución, se sienta impaciente, pensando en cosas malas y así encuentre la muerte.
Los Wayuu, regresan al cementerio al mes, a los seis meses y al año. Regularmente, desde los siete años de fallecido se manifiesta en sueños por intermedio de un familiar viviente, pidiendo que se le cambie la ropa o sacudan algo suyo, interpretado con un mandato para la exhumación.
Segundo entierro
Diez, doce o quince años después que ha muerto un Wayuu, los familiares se reúnen para preparar el segundo entierro, cada núcleo aporta chivo, ganado o recurso económico para recibir a los invitados en el acto social.
Ese, es el momento que el alma requiere salir de Jepirra y emprender el viaje cósmico por el camino de los muertos. Este velorio dura 5 días dando oportunidad que las familias se reúnan y tomen decisiones importantes.
Para sacar los restos, las mujeres juegan un papel interesante, son las encargadas de sacarlos. La asignada debe pertenecer al linaje maternal.
Se designa el día, se levantan en la madrugada, los familiares más allegados se trasladan al cementerio, allí un hombre cavará o romperá la bóveda para sacar la osamenta, la mujer elegida procede a quitarles los trapos y demás enseres que le colocaron cuando murió, para luego sacar primero la cabeza que envuelven en la sábana, luego extraen las demás partes y las van limpiando con mucho cuidado.
Son colocados en una vasija de barro de boca ancha, con una sábana blanca o en un osario, luego lo llevan para la casa y lo colocan en un chinchorro bajo una enramada para llevarlo como la primera vez.
Los invitados son atendidos mejor que cuando fue enterrado el difunto, debido a que esté es la última despedida, y desean guardar el grato recuerdo.
Al día siguiente, los restos son llevados nuevamente al cementerio a enterrarlo en un sitio diferente al de la primera vez y allí se queda para siempre.