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Una
vez más, los riohacheros se disponen a celebrar el Dos de Febrero, fecha
conocida también como Día de la Candelaria, en razón de las velas que se
entrega, de mano del obispo de la diócesis, a los asistentes a la solemne misa
que se oficia ese día  en la catedral.
La
celebración del dos de febrero es una tradición que remonta a los primeros años
de la colonia española, cuando aún gran parte de lo que constituye hoy el
territorio de Colombia –incluida La Guajira- no había sido reducida a la
civilización por parte de las huestes hispánicas.
Para
esta fecha, como todos los años, se espera el arribo a la ciudad de multitud de
riohacheros residentes en otras ciudades del país y del exterior, especialmente
de Venezuela, las que emprenden el viaje el objeto de estar presentes en la
eucaristía, tomata la verla consagrada y participar en  la procesión que tras después de la misa
recorre el perímetro de la Plaza de Padilla y retorna a su lugar de origen.
En
los últimos tiempos se ha convertido en algo recurrente la llegada el 2 de
febrero a Riohacha, no solo de los riohacheros ausentes por varios años sino
también de gentes no oriundas de la región, cuyo arribo en algunos casos es por
motivos devocionales, otras por razones de orden turístico y finalmente por
interés de orden político electoral.
Sea
cuales fueren las razones, la presencia de mucha gente en la ciudad es propicia
para estimular el comercio, aumentar la demanda hotelera  local y para promocionar la ciudad como
destino turístico, que parce ser su vocación, y en lo que están empeñados desde
hace algún tiempo las autoridades y el empresariado de la mano con  el gobierno nacional.
No
debe ser, por tanto, motivo de malestar este hecho para los nativos, quienes, a la manera como ocurre en los más desarrollados centros de turismo
nacionales, deben recibir con beneplácito 
a los visitantes y prestarles las atenciones indispensables, para que se
sientan estimulados a volver y propagar el buen nombre de la ciudad y sus
gentes.