Los ciudadanos maicaeros cuando sienten una moto, no representa compañía sino temor.
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Por: Álcides Alfaro Guerra, corresponsal de LaGuajiraHoy.com

El tema del raponeo, los atracos y la delincuencia común en todas sus manifestaciones no ceden en la ciudad fronteriza. La situación es latente. Los ciudadanos claman cada día porque haya seguridad y sobre todo se castigue a los protagonistas. No obstante, a que ya van seis consejos de Seguridad este año y se han anunciado medidas, éstas no se sienten.

Los ciudadanos cuando sienten una moto no consideran compañía sino temor, porque lo más seguro es que allí venga un pistolero dispuesto a bajarse desenfundando un arma para atracar. Las víctimas pueden ser hombres o mujeres. Las féminas, ya no pueden salir con sus carteras, accesorio que según ellas las hace ver elegantes, ya que es el elemento más atractivo para los facinerosos.

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Los atracos pueden ser en plena calle de cualquier vía pública de la ciudad, en el centro o en los barrios periféricos. Denuncian los afectados, que inclusive los asaltos a mano armada ya son a domicilio porque se acercan a las viviendas y obligan a las personas a entregar lo que tengan.

El llamado de la ciudadanía a las autoridades locales y al mismo alcalde José Carlos Molina es constante. “Póngase las pilas señor alcalde, amárrese los pantalones porque la seguridad se le está saliendo de las manos. Si no es capaz, entonces deje que las personas decentes también porten sus armas porque nos han desarmado a los que trabajamos y a los delincuentes les permiten andar armados” expresan casi a diario en una emisora local los desesperados habitantes de Maicao.

La situación en Maicao es más evidente, debido al alto número de motos que ruedan, -poco más de seis mil- donde se movilizan ciudadanos de todas partes unos trabajando decentemente y otros tras sus víctimas o tirando datos.

La delincuencia está amparada en que las autoridades en Maicao no les obligan a usar uniforme a los motociclistas que ofrecen sus servicios de transporte informal, centrando su interés en solo solicitarles documentos, que es lo más rentable a la hora de inmovilizarles el rodante.

A pesar que la inseguridad campea, los ciudadanos fronterizos no ven la más mínima esperanza de que esta situación cambie, y solo les resta encomendarse a Dios, porque por los lados de las autoridades y la justicia no ven solución.

El caso preocupa tanto, que ya algunas esferas municipales han comentado en voz alta que si es necesario habrá que cambiar las filas policiales para tomar un segundo aire en los sistemas de vigilancia que les permitan a los ciudadanos vivir más tranquilos, con unos cronogramas de patrullaje y atención más efectivo como en las reacciones por parte de los cuadrantes, de los cuales los ciudadanos también observan que nunca contestan los teléfonos que tanto promocionan en los plegables y volantes.