Por Nelson Rodelo Celedón
“La tengo que matar porque yo la saqué de su casa”, fueron las palabras que Auris Pérez Ortiz escuchó el 21 de julio del año 2004 de parte del jefe paramilitar mientras se encontraba encerrada en una oscura habitación.
El miedo que la agobiaba era combatido con intensas oraciones a Dios y la virgen María. “Virgen por favor ayúdame a salir de esta, tú fuiste madre, mira que yo necesito cuidar de mi hija, ella no puede quedar sola, te ruego que me libres de esta situación”, suplicaba la temerosa mujer.
El encierro llegó después de un juicio perpetrado por el jefe paramilitar alias ‘Mauricio Pimienta’, quien, mientras la torturaba, la acusaba de estar suministrando información a la Policía y a la Fiscalía.
Sin embargo, cuando alias ‘Mauricio Pimienta’ estaba a pocas horas de asesinarla, llegó un grupo de mujeres al epicentro del cautiverio, una vivienda del barrio San Francisco en Maicao, tocando la puerta y gritando arengas a favor de Auris. El líder ‘para’ y sus secuaces salieron al encuentro de las manifestantes, quienes de inmediato gritaron: “sabemos que tienes a Auris aquí, así que la sueltas; y si la mata a ella, nos tiene que matar a todas”.
Al escuchar a las aguerridas moradoras, el comandante decidió liberarla.
El temido barrio San Francisco de Maicao
Cercano a los corregimientos de Carraipía y Mareiwa de Maicao, se encuentra el barrio San Francisco, el cual era considerado por el frente Contrainsurgencia Wayuu, del Bloque Norte de las Autodefensas Unidad de Colombia -AUC-, liderado por ‘Jorge 40’, como un sitio estratégico para controlar el negocio del contrabando de la gasolina.
En el año 2003, Auris Pérez, quien era líder comunal del sector para ese entonces, cuenta que empezó a percibir un ambiente diferente en el barrio. Pasó de ser una zona de cotidianas conversaciones y discusiones entre vecinos, a un territorio hostil que llenó de continua zozobra a sus moradores.
“Empezaron a matar a muchas personas; mataron gente de mis grupos más cercanos, muchos vecinos inocentes, quienes eran acusados de ser ladrones, violadores, asesinos o colaboradores de la guerrilla. Era una mal llamada limpieza social. Varias veces me tocó ver a personas siendo asesinadas delante de mí; fue muy duro eso”, manifestó.
En aquel tiempo, acudir a la fuerza pública, era como hacerle un favor a los paramilitares. Los habitantes del barrio dejaron de confiar en la Policía, porque, según ellos, cada vez que llevaban denuncias y exigían la protección de sus vidas, se agudizaban las amenazas por parte de los ‘paracos’.
Perdón al victimario
En el año 2009, mientras se encontraba caminando poblaciones rurales de Dibulla, en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, recibió una llamada que activó sus recuerdos de inmediato.
“¿Sabes quién te habla?”, se escuchó una voz masculina en su teléfono celular.
“Claro que si, como voy a olvidar ese timbre de voz”, dijo Auris.
Era Alias ‘Mauricio Pimienta’, quien de inmediato le pidió perdón por todo el daño que le había causado durante todos esos años en aquel barrio.
“Ya yo te perdoné todo lo que me hiciste, no te preocupes por eso”, afirmó la líder.
Para el año 2011, en la ciudad de Barranquilla, vio de frente al victimario en audiencia libre correspondiente a la Ley de Justicia y Paz, al cual se acogió el exjefe paramilitar. En la diligencia, Auris le reiteró el perdón y lo ayudó a construir la verdad de todas las víctimas y los hechos victimizantes
que acabaron con la tranquilidad de los habitantes del barrio San Francisco, desde el año 2000.
El nombre real del cabecilla paramilitar es Pablo Antonio Peinado, oriundo de Apartadó, Antioquía. Llegó a tener tenía 52 órdenes de captura, por delitos como extorsión, enriquecimiento ilícito, narcotráfico, terrorismo, concierto para delinquir, hurto, violación y hasta homicidio.Era comandante de las Red Urbana de las Autodefensas, en el Frente Contrainsurgencia Wayuu. Hoy se encuentra detenido en la cárcel de Itagüí, en Antioquía.
Liderazgo y apoyo a las víctimas
Después de ver tanta sangre, sentir mucho miedo y derramar miles de lágrimas, Auris Pérez no se entristece cuando recuerda los hechos, porque “ya he llorado suficiente como para seguir lamentándome”, asegura. Por lo que ha decidido ayudar a víctimas y victimarios en la resocialización y la reivindicación de sus derechos.
Esta administradora de empresas, especialista en Gerencia Social, con máster en Gerencia Empresarial y curso internacional de Desarrollo Rural para Comunidades Indígenas en América Latina, hoy trabaja en el Sena de La Guajira como líder regional del programa de Atención a Víctimas y Comunidades Vulnerables.
Su principal labor es lograr que los afectados por el conflicto armado, puedan ingresar a la oferta institucional del Sena, y una vez inscritos, los acompaña en el proceso de aprendizaje, para que no desistan y finalicen sus cursos y carreras satisfactoriamente.
“No solo instruyo a las víctimas en respectivos cursos, sino que también soy consejera y amiga de ellas. Me considero una mujer fuerte que ha aprendido a perdonar y a recordar sin dolor todos esos trágicos sucesos, por eso trate de darle una voz de aliento para que no se dejen derrumbar por la tristeza y puedan salir adelante”, indicó.
A través del Sena, visita comunidades donde el Estado no ha llegado y trabaja en proyectos productivos para familias igualmente afectadas por la guerra. Los moradores reciben insumos agrícolas y pecuarios para desarrollar la actividad campesina, la cual ha sido su sustento por décadas y décadas.
“Las víctimas no necesitan programas asistencialistas, donde se les den mercados y ya, sino unos programas por medio de los cuales ellos puedan tener trabaja estable y educación de calidad. Buscamos que, a través de la cría de animales, muchos puedan revivir esa actividad pecuaria que perdieron a causa del conflicto, y a través de capacitaciones en diversos oficios, puedan desempeñarse en una actividad y conseguir su sustento diario”, manifestó.