Recordando el ayer

Arles Antonio Peláez Solano
Arles Antonio Peláez Solano
Abogado, especialista en Derecho Probatorio, laboró como Fiscal Local durante 25 años y fue Defensor Público, fue profesor del colegio Remedios Solano de Barrancas. En la actualidad es litigante.

El ejercicio de escribir, por el que ahora se nos ha dado, a veces nos pone en dilema, sobre temas a tratar, al punto que muchos casos queremos hacer un análisis de la actualidad, de los acontecimientos que ocupan el primer lugar tanto en el ámbito Nacional como internacional; en otras oportunidades, como en la del día de hoy, nos embargan recuerdos del ayer que, como anécdotas vividas, merecen un relato breve de esos acontecimientos que, de cierto modo, resultaron curiosos o divertidos.

En el año de 1994, previa convocatoria del concurso para proveer cargos de Fiscales Locales del País, el suscrito se inscribió y supero las pruebas exigidas para tal evento, de tal suerte que, el primero de junio de esa anualidad, fui nombrado en provisionalidad en la ciudad de San Juan del Cesar.

Como dato curioso quiero resaltar que, para la fecha, residía en la ciudad de Barranquilla y me encontraba en pleno ejercicio del Derecho en esa urbe, y, no obstante, al ser una convocatoria de carácter nacional, se optó por la inscripción y la realización del examen en la ciudad de Riohacha, fungía para el entonces como director seccional Ugalbis Rodríguez Bolaños, con quien sosteníamos una amistad, y de cualquier manera se nos dio por pensar, que alguna injerencia habría de tener este funcionario con el Fiscal General del entonces.

Podríamos exponer la forma de cómo se superó el concurso, pero, nuestro escrito en el día de hoy, va dirigido directamente a uno de los lugares más atractivos y acogedor de la región Guajira para la convivencia ciudadana, como lo es el pueblo donde fui inicialmente nombrado Fiscal Local, y esa atracción a la que nos referimos, se obtiene del calor humano de su gente, la sinceridad de su trato y la paz que se respira en ese pueblo, allí conocimos importantes personas con quienes interactuamos y tuvimos una amplia gama de amistades, algunos que se han ido y que recordamos con cariño como el caso de Luis Manuel Daza Mendoza, que para el momento de nuestra posesión, fungía como Alcalde Municipal, ante quien adelantamos el acto referido.

Al comenzar nuestras labores como funcionario de la Fiscalía, no puedo olvidar haber adelantado una investigación por un supuesto Hurto, curiosamente de unas lapidas del cual figuraba como víctima una persona de los apellidos más encopetados de la ciudad, y por el cual enrostraba responsabilidad a un pariente muy cercano, quien supuestamente había sustraído las lapidas con el propósito de hacer un mausoleo familiar.

Estas lapidas fueron remitidas desde Bordeos – Francia por las hermanas de Jean Feliz Lacouture Lanelux, para ser colocadas en su tumba después de su fallecimiento, estas lapidas que fueron fabricadas con mármol francés, remitidas por el puerto de Santa Marta, con una carta escrita a mano, en la que se especificaba las razones del envío.

Supuestamente él fue primer Lacouture que pisó tierra colombiana, quien, de una manera muy curiosa, se internó en la tierra de la Junta y contrajo matrimonio con Concepción Acosta, con quien, si mal no recuerdo, tuvo 7 hijos, quienes al fallecer ella mandaron a hacer otra lapida en Colombia, alusiva a su madre, esculpida con un mármol de la mejor calidad, las cuales, al momento del supuesto Hurto, se encontraban en la iglesia San Tropel de la ciudad, de donde las escogió el denunciado con el propósito ya mencionado.

Era para la época del proceso ocho mil, y todos los que componíamos la Fiscalía de San Juan del Cesar, y que, de alguna manera tenían conocimiento del proceso, bautizaron al mismo, como el ocho mil uno, por lo voluminoso del mismo, el cual, si mal no recuerdo tenía 3 a 4 cuatro cuadernos de aproximadamente 300 folios cada uno.

Tanto el denunciante como el denunciado designaron profesionales del Derecho para que los representaran, el primero como parte civil y el segundo como defensor, como gozaban de buenos recursos, la selección de apoderados se hizo de la más alta categoría en el Derecho para ese entonces, el Doctor Gutiérrez Céspedes, cuyo nombre se me escapa, quien además de ser abogado, era o sigue siendo un reconocido poeta del Cesar; y el Doctor Luis Solano, quien fuera presentado como Defensor, los memoriales del primero, eran muy chistosos, a fin de cuentas, en su mayoría se hicieron en forma de versos, como por ejemplo “vuelve el perro y jala el hueso, vuelve el ratón al queso en la plaza san tropel” y muchos más de este estilo, mientras que la defensa era más centrada, y se limitaba únicamente a demostrar la inexistencia del hecho enrostrado a su apadrinado.

Al final, el consejo de un gran amigo, que todavía labora en la Fiscalía, fue la solución a mi dolor de cabeza, él, en su infinita sabiduría, me aconsejó que le diera calificación jurídica de Hurto entre condueños al caso tratado y que devolviera a cada quien lo suyo, al denunciante las lapidas, y al denunciado la carta con la que fue remitida la del ciudadano francés; así se tomó la decisión, la cual no dejó conforme al denunciante por considerar que las lapidas devueltas, no eran las originales, razón por la cual, promovió un proceso de falsedad, que por razones de competencia le correspondió a la Fiscalía seccional.

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