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Una tarde hermosa, presenciaron los habitantes del corregimiento de Cotoprix, para ser testigos del amor eterno que se juraron Heliodoro y Anistalia; ceremonia oficiada en presencia de sus 11 hijos, 45 nietos y otros tantos bisnietos.

Cotoprix, es un pequeño poblado ubicado en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuyos habitantes viven de la ganadería y la agricultura. Gente próspera que no pierde las esperanzas de conseguir sus propósitos altruistas.

En el pueblo, desde tempranas horas sonaron las varillas en señal de jolgorio; una expresión cultural propia de los cotopriceros, siendo el mensaje de invitación para todos sus habitantes, es decir, no se excluyó a nadie para que se gozaran el matrimonio.

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La mayoría de las damas que asistieron a la ceremonia en la iglesia San Juan Bautista, lo hicieron vestidas de mantas de diferentes colores y los familiares escogieron el color mamón, en honor a Anistalia Epieyu, descendiente de la etnia Wayuu.

Por su parte, en la recepción a gastronomía fue la Wayuu, como el friche con bollo, chicha, agua de maíz y para entonar el brindis se hizo con Churro. Fue una fiesta para nunca olvidar.

El primer encuentro fue en uno de esos caminos en Cotoprix, hubo cruce de miradas, el trató de acercársele y ella lo detuvo con olletazo en la cabeza, pero un celo infernal de un tío, la incitó para que mirara a Heliodoro como el hombre de su vida.

Cuando ella se marcha de la casa, el tío la busca y se la quita. Tiempo después ella no resiste estar separada de su novio y es ella la que se vuela de la casa nuevamente y para que no la encontraran dormían en el monte.