No es la primera vez y no será la última.
En los países subdesarrollados como el nuestro, el chisme, los ataques mediáticos, demandas e investigaciones siempre estarán por encima de las ideas y los contenidos programáticos.
Se está viendo en el ámbito nacional y nuestra región no podría ser ajena ante semejante práctica rastrera, pero que deja muchos frutos.






Los argumentos para que un elector en La Guajira se incline por un candidato u otro, son varios:
El dinero. Debido al amplio despliegue logístico, y la ‘mermelada’ que debe ser repartida ante los líderes para que ellos a su vez hagan los respectivos compromisos, es un elemento crucial.
Los aliados. Cuando un candidato está apadrinado por los caciques políticos, o bien sea, esos zorros viejos que han colocado alcaldes, gobernadores y demás, llama mucho la atención y vuelve más apetecido al candidato.
Publicidad. Si bien, este puede ser un aspecto que va muy ligado a los dos anteriores, lo cierto es que también cuenta. Cuando los candidatos hacen ‘bulla’ o ‘venden humo’, esto pone a pensar al elector. En otras palabras, un candidato bien respaldado y con mucho dinero, si no hace bulla corre riesgos.
El asunto se complica cuando hay varios candidatos con los tres anteriores aspectos. Mejor dicho, cuando tienen la plata, los apoyos y hacen bulla. Ahí es cuando se forman las guerras políticas. Es decir, cuando las candidaturas buscan todo tipo de artimañas, no para que sus candidatos emerjan, sino para que los contrincantes se debiliten.
De todas las variables de nuestra política guajira, esta es la más baja, rastrera y malévola. Dado que su esencia es aniquilar al oponente a toda costa.
Las campañas a Senado y Cámara en nuestro Departamento venían muy calladitas, pero ya eso cambió.
Esas primeras maniobras se empezaron a ver en nuestra Guajira y lo más triste es que seguirán viéndose hasta el día de los comicios.
Todo está muy mal, pero dentro de nuestra idiosincrasia se podría decir que: ¡esto se puso bueno!