Luis Velázquez Mata llegó a tierras guajiras hace 24 años. Se radicó en Riohacha y desde entonces se ha dedicado a la venta de cocos fríos en el centro histórico de la ciudad, logrando sortear crisis económicas, tiempos violentos y una pandemia mundial. Hoy es reconocido por propios y foráneos como un ícono vivo de los riohacheros.
En 1996, Colombia vivió momentos tensos y escándalos nacionales tristemente memorables. Ese año se escapó de prisión ‘Chepe’ Santacruz, la guerrilla realizó numerosos atentados y secuestros (incluido el hermano el expresidente César Gaviria), paramilitares atacaron con una bazuca a Aida Avella, y al expresidente Ernesto Samper le encontraron 4 kilos de heroína en su avión.
En ese año llegó ‘El Barbas‘ a Riohacha. Se vino de Cartagena para buscar mejores opciones para ganarse el sustento. Aquellos años, a pesar de la violencia, a La Guajira aún le quedaba algo del brillo de las bonanzas que se vivieron en los setenta y ochenta. Por eso, la mejor opción para el Luis Velázquez, fue establecerse en la ciudad Fénix del Caribe.
Para poder mantener a sus doce hijos, se dedicó a distintos trabajos hasta que encontró la mejor opción siendo su propio jefe vendiendo cocos; inició vendiendo cada unidad en 500 pesos y actualmente cuesta 4 mil: un negocio que se convirtió en un emprendimiento familiar.
“Me siento muy agradecido con Riohacha porque me ha acogido muy bien. Nunca he tenido problemas con nadie, al contrario, me han abierto oportunidades que nunca olvidaré. Aquí pude criar a mis hijos y pudieron graduarse de bachilleres la mayoría de ellos”, relata Luis ‘El Barbas’ Velázquez.
Con el paso de los años se dejó crecer la barba y se convirtió en su marca personal, además de su atención educada, por lo que poco a poco fue haciéndose famoso entre los riohacheros como El Barbas de Riohacha.
Hoy, con 58 años de vida, regenta su negocio ambulante que se mantiene pese a las crisis económicas. Hoy sigue vendiendo cocos fríos traídos de Dibulla, en la zona céntrica cercana a la plaza Almirante Padilla o en las inmediaciones de la Iglesia Nuestra Señora de Los Remedios.
“Ya me siento riohachero porque Riohacha me adoptó. Me adoptó ya grande, cuando tenía 34 años, y conmigo a mi familia. Aquí vine y aquí me quedo porque me gusta mucho esta ciudad”, dijo a La Guajira Hoy, mientras despachaba un coco frío a un cliente sediento.