Por: David Baracaldo Orjuela
Para Amylkar Acosta resultó premonitorio el día que aceptó ser viceministro de Minas y Energía de César Gaviria en 1990. En los homenajes por el nombramiento se dijo a sí mismo: “Entonces algún día seré Ministro de Minas, y para serlo, pues debo ser viceministro primero”.
23 años más tarde se cumplió su profecía. Lo cierto es que ni se le pasaba por la cabeza que sería con el gobierno de Juan Manuel Santos, a quien en columnas y entrevistas criticaba con solidez. ¿Y entonces por qué lo hizo? Acosta me responderá esa pregunta no sin antes abonar el terreno de sus argumentos y justificaciones con algunas experiencias de vida, en las que se esboza a un hombre irreverente, independiente, sagaz, con suerte, pero no gratuita, porque como él sostiene “hasta la suerte hay que merecer”..
“¿Sabía que yo nací de pie?”, empieza su relato. Tenía en mente plantearle otra cantidad de preguntas sobre el cargo que asumiría, sus dardos mordaces contra el hombre que ahora sería su jefe, las maniobras que emprendería para sortear esa papa caliente de la minería ilegal, el qué hacer con los precios de los combustibles y hasta la venta de Isagén. Sin embargo prefiero escuchar, inicialmente, la historia de cómo vino al mundo. Me daré cuenta que cuando Amylkar Acosta comienza a hablar infunde en el ambiente una atención de hechizo. “Acomódese, porque ahora soy todo oídos, y todo labia”, dice.
Esa historia se la contó su tía Brígida, a la que le decían la negra Acosta. En el corregimiento de Monguí (La Guajira, cerca de Riohacha) los nacimientos los atendían las parteras. La familia de Amylkar tenía una comadrona especial para la llegada de todos sus bebés: doña Julia Estrada (Julita). «Nuestra familia era pobre, campesina, y no había formas para ir a Riohacha a un hospital. Solo un hermano, el jocoso Luis Eduardo, nació en la capital porque su parto fue difícil”, relata. El suyo no fue pan comido. Su mamá, Clara Medina, tendría un lumbramiento inusual por la posición del bebé. La partera no se había enfrentado a un caso así y temía la mala suerte de lesionar al niño.
Tras varias maniobras, el varón fue extraído al revés: por sus pies. La fortuna de su nacimiento levantó toda clase de comentarios entre la familia. “Con los agüeros que son comunes en los campesinos, todos decían que había un mensaje: que si yo había venido de pie, era porque iba a ser una persona destacada, un hombre grande. Creo que he estado marcado por eso”.
En Monguí su casa era de bahareque, con suelo de barro pisado y techo de zinc y palma. Sus abuelos fueron campesinos analfabetas, y sus padres autodidactas que siempre entendieron que en la educación de sus hijos se dibujaba un panorama prodigioso. A todos los mandaron al colegio del corregimiento. Amylkar tuvo 12 hermanos, seis de padre y madre y otros seis solo por parte de su papá. A todos los considera igual hermanos, con nadie antepone el “medio”.
Tiene memoria hasta para acordarse del nombre de su maestra de escuela, Rosa Parodi, quien le enseñó a leer. Pero hay una laguna respecto a la razón que lo llevó a terminar, a los siete años de edad, en un colegio cerca de Manizales. De allí se acuerda que fue la primera vez que montó en un avión, que llegó con una maleta y un par de mudas, y que realizó allá su primera comunión. “Pero sobre todo tengo muy presente una frase puesta en un tablero que dividía segundo A de segundo B y decía: Querer es poder”.
Un año después regresó a Riohacha y entró a un internado llamado Colegio Divina Pastora. No tenía familiares en la capital guajira así que debió vivir dentro del claustro por siete años, hasta que lo expulsaron por indisciplinado, faltando meses para terminar cuarto de bachillerato.
Para entonces Amylkar era un devorador de libros. Con sus compañeros negociaba que les transcribía sus cuadernos completos a cambio de algo de dinero, que invertía en libros o revistas adquiridas en una papelería en la que siempre le guardaban un ejemplar. Entre cuentos de Luis Enrique Osorio y revistas Cromos, Life y Bohemia, se encontró con una lectura que, dice él, le marcó: La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset
Su curioso nacimiento despertó toda clase de agüeros alrededor de su porvenir. En todo caso reconoce que la suerte ha estado con él.
Tanta era su inmersión en la lectura que alguna vez en vacaciones su abuelo lo había enviado al campo de maíz a “pajarear”, es decir, tratar de espantar a las cotorras que se comían el grano. Llevó en esa oportunidad un trozo de panela, una cantimplora con agua y un libro. Su abuelo fue unas horas después de que había mandado a Amylkar a cuidar el cultivo, y al llegar solo había silencio. Bastó con un grito para llamar a su nieto cuando la parvada alzó vuelo. Las aves se le comieron el maíz y su nieto estaba recostado a un árbol leyendo.
La suerte de Amylkar llegó cuando el hijo de su tía Tranquilina, que vivía en Suecia y estaba próximo a regresar, hizo envío anticipado de su trasteo y entre sus pertenencias mandó unos guacales de madera en los que almacenaba su colección de libros. Sabía de las preferencias socialistas de su primo y se atrevió a sacar un libro para luego clavar de nuevo el baúl. Su mente se abrió de pronto y presumía con sus amigos de la escuela que él había sido capaz de recorrer el mundo sin salir del pueblo, sin necesidad de coger avión o barco, sino sumergiéndose entre los relatos tan plurales que sacaba al azar de una caja de palo.
En algunos intervalos cuando el ministro Acosta es interrumpido por alguna llamada o un asesor, y pierde un poco el hilo de la conversación, aprovecho para indagarle sobre su designación en la cartera de Minas.
-¿Cómo hizo el presidente Santos para convencer a un contradictor para que ingresara a su gabinete?
-A mí no me llamó ningún parlamentario. No me llamó ningún jefe político a ofrecerme el cargo. Me llamó directamente el presidente Santos y me dijo: “Usted es una de las personas que conoce más el sector minero energético en el país; usted tiene un reconocimiento académico; usted tiene una larga experiencia; y además de eso usted tiene feeling político; y eso lo necesitamos en esta etapa. ¿Me aceptaría si yo lo nombro como ministro de Minas?”. Entonces le dije que sí.
-¿No lo pensó un poco?
– Él me dijo: “Mantenga esto en reserva, yo lo vuelvo a llamar, usted sabe que esto es complejo porque no es fácil armar el rompecabezas, de pronto no resulta y si esto trasciende queda mal usted y quedo mal yo”. Y luego me volvió a llamar para decirme: le mando un avión a Cartagena, para que se venga. Entendí en ese momento que ya estaba designado.
-¿Cómo se siente, si antes rechazaba sus políticas?
-El presidente nunca me pidió que me retractara de mis posiciones ni yo lo hubierahecho para aceptar el ministerio.
-¿Habló usted con el presidente sobre sus diferencias antes de entrar al ministerio?
-El mejor homenaje que me ha hecho el presidente Santos a mí fue la respuesta al interrogante del porqué él estaba designando a una persona que había sido su crítico, o su feroz crítico como dijo el 1-2-3 de CM&. La repuesta fue muy inteligente y contundente: “No lo nombré porque fuera de la oposición, tampoco lo nombré porque fuera gobiernista. Lo nombré por sus méritos académicos”.
-¿Seguirá manteniendo viva su posición crítica frente a las actuaciones del Gobierno?
-Siempre como Liberal soy un libre pensador, soy pluralista, y soy una persona dialéctica. Y eso es lo que vamos a llevar al seno del Gobierno. Los ministros debemos ser el polo a tierra del Ejecutivo.
“Lo que sucede es lo que conviene”, dice el ministro Acosta, un hombre lleno de refranes y dichos populares. Si no lo hubieran expulsado del colegio en Riohacha, no habría llegado a vivir en Medellín, donde trabajaba una amiga de su padre, don Evaristo Acosta. La conocida, Carlina Restrepo, trabajaba en la secretaría de educación de Antioquia y le facilitó conseguir colegio para terminar el bachillerato. El viaje a la ciudad paisa estuvo inicialmente accidentado; había prometido a su familia que al llegar buscaría la forma de hacérselos saber, o por marconigrama o con alguna llamada. Pero para ese momento Amylkar no sabía usar el teléfono. Llegó a un hotel donde intentó aprender viendo a los turistas usando la máquina, sin éxito. “Me daba pena preguntar porque creía que me sentía ‘montañero’. Mis papás seguramente estaban desesperados. Se asustaron mucho. Fueron por mí hasta Medellín, me recogieron y me llevaron a un apartamento donde viví un tiempo”.
Y no solo esa vez tuvo problemas. También cuando trató de buscar institución educativa se llevó la sorpresa de que en los certificados del colegio anterior aparecía como Amylkar Medina Acosta, mientras en el registro civil Amylkar Acosta Medina. Los apellidos invertidos le produjeron dolores de cabeza y era culpa del claustro de Riohacha, que hizo adrede esta confusión porque los padres de Amylkar no eran casados por la Santa Iglesia Católica, y como castigo el hijo no podría tener como primero el apellido paterno. A pesar de los reclamos no quisieron hacer la corrección.
Entonces él mismo decidió borrar el apellido Medina de su certificado, pedir a una mecanógrafa que pusiera en su lugar su segundo nombre, y al final una M, por su apellido materno. La alteración resultó en un ‘Amylkar David Acosta M’. De nada sirvió porque el colegio rechazó el documento repisado. Le pasó lo mismo en otros dos colegios. Le sugirieron intentar en un último, el Instituto Colombiano de Educación, en el que sencillamente ojearon la carpeta con documentos y le preguntaron si tenía plata para pagar de inmediato la matrícula. Asintió, consignó y finalmente encontró dónde graduarse de bachiller.
Y qué decir de cuando fue a entrar a la universidad. Su padre le envió un generoso giro para que se inscribiera a medicina en tres posibles universidades. El dinero prácticamente se lo gastó en comprar libros y le sobró lo justo para presentarse a la universidad de Antioquia. No quería ser médico, como anhelaba su papá, y sacó dos formularios de inscripción; en el que envió como prueba a Monguí registraba como primera opción medicina, enseguida economía y por último derecho.
El que realmente presentó a la institución incluía como opción principal economía, luego derecho y periodismo. Finalmente pasó a Economía, con el temor latente de que si perdía el examen se quedaría sin estudiar carrera alguna. Fue aprobado. A su padre le explicó que en el examen de conocimiento sí lo admitieron en medicina, pero en el de aptitud lo rechazaron y en cambio lo direccionaron a Economía. Su papá no tuvo más opción que aceptar, pero cada vez que le preguntaban a don Evaristo qué estudiaba su hijo en Medellín, él respondía: “Brujería”.
En la Universidad exploró el mundo de la política. Fue dirigente estudiantil y se llevó la vocería de todos los consejos del campus: el superior, el consultivo, el académico, el normativo y el directivo. Se hizo un popular agitador estudiantil y encabezó varias de las huelgas de inicios de los 70. Alguna vez, en una persecución, debió lanzarse del tercer piso de su apartamento para evitar ser arrestado. Su columna resultó lesionada pero la estrella que lo acompaña siempre impidió que muriera.
En ese movimiento estudiantil conoció a Álvaro Uribe Vélez, un líder connotado de las juventudes liberales, y a Fabio Valencia Cossio, quien entonces era de la guardia azul del Partido Conservador. Con ellos coincidía en asambleas estudiantiles y los recuerda como comprometidos con la causa pero reacios a los paros que promovía. “Siempre estuvimos en orillas opuestas, pero desde entonces se formó una amistad personal que ha estado por encima de las diferencias ideológicas”. Amylkar era un connotado revolucionario de izquierda.
Tras graduarse en 1975 aprovechó el reconocimiento adquirido para lanzarse al concejo de Medellín. Entre 1976 y 1978 fue cabildante y mientras tanto también profesor universitario. “Por eso digo que perdí la virginidad política en Antioquia”. Su militancia en el Moir lo obligó a regresar a Riohacha, para hacer política.
Aprovecho otra interrupción de su esposa, Nidia Restrepo, con quien lleva en matrimonio desde 1972. Se casaron a escondidas y dos años más tarde la familia de ella se enteró de la relación. “Fue toda una tragedia en su casa, porque no podían asimilar que su hija se hubiera casado con un tipo negro, comunista y además indio”, asegura. A pesar del rechazo con ella formalizó una sólida familia, con dos hijos, ya tres nietos y uno cuarto que está por nacer.
-¿Cuál será el principal reto que enfrentará como ministro de Minas y Energía?
-Desde el primer día será desbloquear la marcha de la locomotora minero energética, removiendo los obstáculos que vienen frenando su marcha, atenuando al máximo su impacto ambiental y maximizando el beneficio social de la población, en especial aquella asentada en el área de influencia de la operación de las empresas que desarrollan la actividad extractiva.
-¿Seguirá oponiéndose a la venta de las acciones del Estado en Isagén?
– La venta de Isagén fue una decisión que tomó el gobierno antes de mi llegada al ministerio de Minas y Energía. Yo me opuse a la misma por considerarla inconveniente para los intereses de la nación e inoportuna. De haber estado en ese momento en el cargo me habría opuesto a la misma en el consejo de ministros que le impartió su aprobación y de ser derrotada mi posición habría dejado por lo menos una constancia de mi desacuerdo.
-Como estaba por fuera del gobierno, desde la academia y a través de mis artículos expresé públicamente mi posición. Hasta al Congreso de la República fui atendiendo una invitación para escuchar mi posición. Y promoví a través de la Red de Justicia Tributaria, de la que hacía parte, una acción de nulidad y respaldé la acción popular contra esa decisión. Dicho lo anterior solo me resta esperar que los jueces se pronuncien. Al designarme como nuevo ministro de Minas y Energía, ahora que hago parte del Gobierno tramitaré mis diferencias en el seno del consejo de ministros como corresponde y en cuanto a la venta de Isagen su trámite ya no está en la órbita de mi competencia sino en la del ministerio de Hacienda1.
-¿Qué hacer ministro con uno de los más polémicos asuntos: el precio de los combustibles?
1 Nota fuera del texto: y así sucedió. Ya en ejercicio del cargo de ministro, mantuve mi férrea oposición a dicha venta en el seno del Consejo de ministros, dejé constancia de mi oposición y me negué sistemáticamente a firmar cualquier acto administrativa que la avalara.
-En cuanto al precio de los combustibles, junto con la tarifa de la energía al sector industrial, son motivo de preocupación para el gobierno y se están explorando fórmulas que posibiliten un alivio en los costos de los combustibles, especialmente para el transporte de carga y de pasajeros. Esperamos lograr un acuerdo con los gremios al respecto, así como con el Congreso de la República. Por lo pronto ya el Gobierno, como resultado de la negociación del paro, determinó congelar el precio del diesel hasta el 31 de diciembre de este año.
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Al volver a La Guajira en 1979, Amylkar Acosta no tenía más opción que buscar trabajo como docente, pero en la universidad de La Guajira el entonces rector Álvaro Romero lo rechazó por su “fama de paros, huelgas y de izquierda”. En una oportunidad le comentaron que habría un ciclo de conferencias en la que él se propuso para hablar de hidrocarburos, gas y petróleo. “Era consciente de lo que me jugaba: o aquí se me abren las puertas o se me cierran y me tengo que devolver”, dice. Su discurso jamás traicionó su pensamiento hasta entonces y sus palabras provocaron la ovación del auditorio. El gobernador quiso felicitarlo y en esas aparecía el rector de la universidad. El dirigente guajiro le dijo al rector: “Este es el tipo de profesionales que tenemos que vincular a la universidad”, desconociendo que el mismo Romero lo había descalificado. A los tres días llamaron a Amylkar para dar clases y posteriormente se convirtió en decano de la facultad de administración. También fue concejal y diputado en su tierra. Luego lo llamaron de Bogotá para presidir la Compañía Colombiana de Gas y más adelante César Gaviria lo contactó para el viceministerio.
Acosta renunció luego de la Constituyente para ser candidato al Senado en 1991. Ganó una curul con 23 mil votos. En el 94 volvió a presentarse y obtuvo 32 mil votos. Cuatro años más tarde de nuevo hizo campaña y se reeligió con 60 mil votos. Ese fue su último periodo como legislador. “Uno tiene que ir cerrando ciclos, uno no debe eternizarse, sino irse cuando la gente quiere que uno se quede y no quedarse cuando la gente quiere que se vaya”.
Desde 2002 se dedicó a la academia y la escritura. Es autor de 33 libros sobre energía y minería. Se encargó de escribir textos de opinión y publicarlos en su página de Internet de la que dice tener unas diez mil visitas diarias. Y como lo había intuido – diría él que “lo que es pa’ uno le guardan”- llegó el momento de ser ministro de Minas y Energía. “Había pasado a uso de buen retiro. Pero en la milicia hay una figura aplicable: pasé a ser parte de la ‘reserva activa’ de mi partido, el Liberal. Y allí, cuando lo llaman a filas, uno debe responder”.
Insiste en la coherencia que rodea sus decisiones. Se criticaría si hubiera aceptado el cargo con algún gobierno de oposición, como el de Pastrana o Uribe, pero en cambio recuerda que la colectividad Liberal es parte de la coalición oficial. La controversia que despertó su llegada al equipo de Santos ha sido aminorada debido a que su hoja de vida le otorga un perfil preciso para la oficina que ahora dirige. Además es un político de una bien posicionada popularidad que favorecería no solo a un “gabinete para la paz”, sino a un “gabinete para la reelección”, sea de Santos o sus políticas.
Tomado de BOCAS – Revista de El Tiempo. Domingo 17 de nov de 2013