La libertad de expresión, es como las aguas del mar que mojan la arena rojiza del Cabo de la Vela.
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Desde la Constitución de 1991 el ciudadano comenzó a tener un papel preponderante en la sociedad, ya que sus derechos comenzaron a ser más visibles; sin embargo, hoy en día, pese a la gran promoción por el respeto al prójimo, muchos ciudadanos no han sabido cuando detenerse y levantan injurias sin importarle a quien se llevan por delante.

La predominancia se aprecia en las redes sociales, donde personas inescrupulosas utilizan estos medios para detractar, injuriar o atentar contra la honra, el buen nombre, la dignidad o la intimidad de otra persona.

Clímaco Rojas Atencio

Todo ciudadano es responsable de sus actos. Si bien es cierto que Colombia es un país donde la libertad de expresión es ejercida y amparada constitucionalmente, también es claro que debe hacerse sin vulnerar o violentar los derechos fundamentales al buen nombre y a la honra de los otros, so pena de afrontar procesos judiciales por los delitos de injuria y calumnia, dada la responsabilidad penal, civil y social que nos asiste a todos los usuarios de redes sociales.

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Hago referencia a este tema, porque como ciudadano de esta República, en días pasados fui trofeo de difamación en esta estampida social con la que hoy degollamos los beneficios de la informática y redes sociales como espacio interactivo e instrumento masivo de comunicación.

Un grupo de 12 personas, que en su mayoría son profesionales guajiros, me embistieron con falacias al igual que a La Guajira Hoy, medio virtual que dirijo.

El malestar se debió a una publicación hecha el 22 de noviembre del 2018, referente al líder Conservador Nemesio Roys Garzón, en donde sus seguidores mal interpretaron una información dada bajo los argumentos recopilados por varios líderes políticos, quienes fueron claramente citados y en el que el señalado, también obtuvo su espacio para exponer su versión sobre el tema.

Los inconformes ciudadanos, para esbozar sus criterios utilizaron la fanpage de Facebook, denominada Denuncias Riohacha, allí dieron rienda suelta a aseveraciones abruptamente ofensivas que lesionan altamente mi buen nombre, mi honra y el prestigio del medio que represento. Se deslenguaron supuestamente por defender la imagen del Líder.

Los nativos de la etnia Wayúu trabajan en total libertad, tejiendo sus productos, así también se debe ejercer el periodismo en La Guajira.

Dos aspectos claves se aprecian en el ataque, no hubo una lectura crítica con comprensión del texto, y es evidente el deseo de despotricar de este servidor y su medio, pues se evidencia claramente la carencia de críticas sanas, constructivas con enfoques independientes diferentes y argumentaciones basadas en conocimientos sobre el tema, la realidad social o el amparo legal.

Las decisiones irresponsables de estos ciudadanos me llevaron a dilucidar sobre hasta donde el silencio engrosa el valor del mal. Por ello, decidí instaurar denuncia de carácter penal el pasado 20 febrero en la Fiscalía General Nación en contra de quienes realizaron las injurias y calumnias de las que he sido objeto, dado que me asiste el derecho a la defensa y la del medio informativo que dirijo.

Así mismo, me exijo sentar un precedente, al respeto y la dignidad de los periodistas, profesionales que con esfuerzo luchan cada día por un trabajo dignificado, pero sobre todo por el respeto, dado que cada vez que un hecho noticioso no calza con los intereses de cualquier ciudadano indistinto de credo, condición social o preparación académica, nos humillan, injurian, calumnian, degradan, pordebajean y hasta amenazan.

 Ya basta. Ser periodista no es un delito. Ser periodista es un honor que solo los valientes comprenden.