La empresa criminal montada alrededor del negocio de las motos robadas en Maicao, sigue sumando réditos. Así lo dejan entrever las últimas negociaciones que a través de la extorsión se vienen dando desde las afueras de la ciudad, donde se hacen los cruces con las motos robadas en el tenebroso barrio Ovidio Mejía.
«Dígale a ese Man que son 800 mil pesos por el rescate que debe entregar, si quiere que le devolvamos la moto«. Eso fue lo que le mandaron a decir con un supuesto enlace que siempre dice saber dónde está cada moto que se pierde, a un mototaxista que se la robaron.
Entre ese momento y las cinco de la tarde lograron pactar la extorsión por seiscientos mil pesos y luego la moto -de segunda, por cierto- llegó de nuevo a su propietario.






Horas después se robaron en el mismo barrio, una moto nueva sin que se sepa hasta el momento cuál habrá sido su destino final.
Muy seguramente el dueño estará esperando al hombre de la bola de cristal que le informe donde está y cuánto le van a cobrar para devolvérsela.
La situación se ha vuelto tan descarada que no importa que vivas en el mismo barrio. Igual te la aplican, te quitan la moto a cañón y debes pagar rescate si la quieres volver a ver.
Los antisociales que se refugian en las rancherías cercanas al barrio, cuando te mandan el recado del rescate te advierten por cuánto ya la tienen negociada para que agilices el pago. En el primer caso citado le advirtieron al dueño que ya la tenían negociada por un millón de pesos.
Los casos de robos de moto en el barrio Ovidio Mejía ya se volvió tema común. Por eso se escuchan conversaciones en las tiendas de las esquinas donde dicen, ya le devolvieron la moto a Jorge y tuvo que dar 500, le acaban de quitar la moto a Roberto y le están pidiendo un millón, se llevaron la moto de Carlos y ya lo llamaron a puyengue.
Las denuncias no funcionan, la Policía dice que no se puede meter en las rancherías y aunque han capturado a varios ladrones la situación sigue igual o peor.
Muchos de los afectados aseguran que los atracadores tienen moscas o dateadores que les avisan cuando la Policía se acerca al barrio y se pierden o no llegan si la Policía monta retén. Al igual ellos regresan cuando los uniformados se van.
La situación se ha vuelto insostenible y los afectados son los usuarios que viven en el barrio, que no los quieren transportar los mototaxistas por temor a que les quiten su medio de sustento.