Samuel David Medina Velásquez, dejó en la tierra muchos amigos, pero un desadaptado le quitó la vida, el conductor del Mazda Gris.
Samuel David Medina Velásquez, dejó en la tierra muchos amigos, pero un desadaptado le quitó la vida, el conductor del Mazda Gris.
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El inicio de la pesadilla

Era una noche que prometía ser inolvidable, llena de risas, música y la camaradería propia de un grupo de amigos que, por un instante, creyeron que nada podría ensombrecer su celebración. En una humilde residencia del barrio San Francisco de Asís, en Riohacha, los jóvenes se reunían para festejar lo que sería una noche más de convivencia entre compañeros del Sena, donde compartían la pasión por el conocimiento y los sueños de un futuro brillante. Samuel David Medina Velásquez, un joven de 18 años y estudiante de Gestión Contable y de Información Financiera, nunca imaginó que esa sería su última noche.

El Mazda gris que lo cambió todo

En medio de la algarabía y las sonrisas, el destino comenzó a torcerse. Un automóvil, un Mazda de color gris, irrumpió en la escena. El conductor, sin motivo aparente, lanzó insultos hacia las jóvenes que se encontraban disfrutando de la fiesta. Las palabras hirientes y soeces fueron respondidas con la indignación propia de un grupo de amigos que no permitiría tales ofensas. Pero lo que era un simple reproche verbal se transformó en una tragedia cuando el conductor del vehículo, enfurecido, sacó un arma de fuego.

El sonido del disparo rompió la noche. Un proyectil certero que alcanzó a Samuel en el abdomen. El desconcierto y el miedo se apoderaron de sus amigos, quienes en medio del caos intentaron salvarlo. Lo trasladaron rápidamente a la clínica Renacer, con la esperanza de que aún hubiera tiempo para evitar lo inevitable. Este episodio ocurrió promediando las 4:25 de la madrugada.

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La amarga despedida

Sin embargo, el destino fue impensable. Los médicos les informaron lo que ninguno quería escuchar: Samuel David Medina Velásquez había fallecido. La noticia corrió como pólvora entre los presentes, y lo que había sido una alegre reunión se convirtió en un mar de lágrimas y dolor. La fiesta terminó de la manera más oscura posible, sumergiendo a todos en una profunda tristeza.

Al centro asistencial llegó la progenitora miembro de la etnia Wayuu, quien junto con otras femeninas decidieron llevarse el cadáver de Samuel para su descanso eterno, libres de la intervención de cualquier autoridad externa, no permitiendo que se le realice la necropsia.

La búsqueda del asesino

La madrugada del 28 de septiembre, las autoridades comenzaron a actuar. Miembros del servicio de inteligencia de la Fiscalía y de la Policía llegaron al lugar de los hechos para iniciar la investigación. Cámara tras cámara, recolectaron imágenes que pudieran proporcionar pistas sobre el agresor y el vehículo en el que huyó. El Mazda de color gris, que apareció repentinamente para arruinar vidas, ahora es el principal objetivo de la investigación.

La muerte de Samuel ha sido catalogada como un acto de intolerancia, uno más en la larga lista de tragedias que no debieron suceder. Un joven con sueños y futuro, truncado por la violencia irracional de un desconocido. Hoy, su familia y los compañeros de estudio lloran la pérdida de uno de los suyos, mientras las autoridades buscan justicia.

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