Coaliciones y candidatos

Elimenes Brugés Guerra
Elimenes Brugés Guerra
Exrector de la universidad de La Guajira. magister en estudios político-económicos, especialista en administración de empresas, ingeniero industrial.

El momento preelectoral hace que nos olvidemos un poco hasta de la covid-19 y todo gire alrededor de nombres que suenan poco o mucho para llegar al parlamento y hasta para las presidenciales que se acercan. Se van conociendo nombres nuevos que hasta hoy eran desconocidos, aparecen rostros en la propaganda política pagada y hasta se compran titulares en la prensa regional.

Todo porque hay aspirantes que ahora se muestran como mejores ciudadanos, como líderes municipales y como vecinos preocupados por la comunidad que lo rodea. Creen que les llegó el momento de pasar de ciudadanos del montón a líderes nacionales y tratan de demostrarlo.

A nivel nacional, el mismo temor a que se trepen ideas distintas a las neoliberales o ultragodas, hizo que las diversas fuerzas políticas buscaran espacios que faciliten la llegada de algún afín y por eso perdieron vigor los partidos y ganaron las coaliciones que se decantarán primero en consultas internas y facilitarán luego la determinación con miras a una hipotética segunda vuelta presidencial. Por ello se habla más de las coaliciones que de los partidos, que como sabemos todos, llevan más sellos personales que ideológicos.

Las coaliciones entonces se dan según la ubicación de cada partido en un espectro ideológico. Sin que nadie los calificara, ellos mismos se autonombraron como derecha, centro e izquierda. No hubo que explicar mucho porque en el fondo todos despiden el aroma de su esencia íntima.

La llamada coalición Equipo Colombia es identificada con la derecha. Solo le hace falta el llamado Centro Democrático para redondear su estructura. Son los oficialistas de oficio, los que hacen lo que les diga el desprestigiado Duque, los que exigen burocracia y contratos, los que abudinean recursos públicos, los que se alimentan de mermelada; en fin constituyen la derechita de siempre.

Allí están, la U, Cambio Radical en cabeza de Alex Char, Fico Gutiérrez, los godos con Barguill y uno que otro intrascendente partido como Mira que también endosa sus votos si de contratación se habla. Cuentan con el respaldo del presupuesto público y por ello las campañas le salen menos costosas.

La Coalición rebautizada como de Centro Esperanza es la de los tibios. Allí se asientan los liberales arrepentidos o resentidos con la Dirección Liberal como Juan Fernando Cristo, Humberto de la Calle o el hijo de Galán. También los resentidos con la izquierda como Jorge Robledo y una sección del Partido Verde de Claudia López. Igual lo hacen el exministro de salud Alejandro Gaviria e Ingrid Betancourt quienes piensan que cuentan con significativo respaldo popular, aunque está por verse. Su carta mayor es la presencia del exmandatario paisa Sergio Fajardo quien ha demostrado un buen volumen de votos pero siempre se ha caracterizado por sus posiciones tibias, con el sí pero no, o con el tal vez ante las disyuntivas. Se autocalifican de centro izquierda, pero cada vez se centralizan más distanciándose de la izquierda y dicen que la conveniencia de Colombia no está en los extremos.

La otra coalición es la que abandera el recién reconocido partido Colombia Humana y contiene las diversas facciones no presentes en las dos anteriores, salvo el Liberalismo que sigue en babias. Se les conoce como Pacto Histórico y en síntesis pretende cambiar las costumbres clientelistas que enlodan el funcionamiento del órgano legislativo. Llevan plancha única y aspiran apuntalar el cambio social en caso de que su candidato gane la presidencia. Los demás sectores tiemblan ante la posibilidad de que se instale un cambio en el ejecutivo y el legislativo pero el desprestigio de estas instituciones es tan alto que sobrepasa el 70 % según las últimas mediciones del comportamiento social. Así las cosas, tiembla la clase política y el ejecutivo lo siente así. Por eso implementa facilidades para torcer el rumbo a punta de financiamiento de campañas con recursos públicos.

Y en La Guajira también se mueven las olas. En el Departamento la campaña al Senado tiene aspectos bien diferentes a la campaña a la Cámara de Representantes. La del Senado estará más concentrada y la de la Cámara maneja intereses más cercanos a los municipios.

En la del Senado Deluque Zuleta se siente triunfador porque su aliado Roys Garzón le abrió las compuertas engrasando dirigentes municipales a punta de contratos no muy santos y porque su propio trabajo parlamentario también le deja réditos electorales. No puede desconocerse que la mermelada funciona a punta de contratos y que las instituciones como el Icbf, también.

Pero la circunscripción nacional del Senado también lo pone a pensar porque La Guajira parece tierra de nadie y se llena de aspirantes de todo el país que vienen a corromper más a los posibles votantes. Constituyen la mayor expresión del voto comprado y de constreñimiento al elector, que hace que muchos guajiros terminen votando hasta por candidatos de mala conducta como se ha demostrado en anteriores comicios. Con el apoyo de los mismos políticos nuestros, bandidos como Luciano Pulgar, el de las “docientas barras”, obtuvieron grandes apoyos en los comicios anteriores.

Y en cuanto a Cámara de Representantes, hay de todo como en botica. Además de los que creen que hay que hacer mucha bulla con camionetas, pancartas y desfiles, hay otros que basan su futuro en el apoyo del presupuesto público a través de sus amigos gobernantes.

Tasan sus votos a Cámara y apoyos a Senado para financiar campañas. Otros confían tanto en el poder económico que los respaldan que han sido capaces de mostrarse aliados de exgobernantes suficientemente cuestionados. Y allí caben los Pello Pello, los Juanlo, las Pininas y todos esos carentes de propuestas, que simplemente quieren llegar por encima de la dignidad de los pueblos.

Solo resta solicitar al pueblo guajiro: Primero, no al voto comprado, segundo, voto solo por propuestas que busquen dignificar la vida regional y tercero exclusión y repulsa a los que intenten llegar con los recursos públicos facilitados por los gobernantes municipales.

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