Ahora le toca a la sociedad civil

Elimenes Brugés Guerra
Elimenes Brugés Guerra
Exrector de la universidad de La Guajira. magister en estudios político-económicos, especialista en administración de empresas, ingeniero industrial.

Pasadas las elecciones presidenciales en su segunda vuelta la gente sigue hablando del cambio, el que no se pudo hacer en primera aunque haya resultado en segunda. Lo que se nota es una Colombia dividida entre petristas y antipetristas porque el ingeniero Rodolfo Hernández no cautivó pueblo y por eso le va a quedar muy difícil representar a la oposición en los próximos ejercicios parlamentarios.

El Estatuto de Oposición contempla que el candidato perdedor puede optar por un escaño en el Senado para que lidere la oposición parlamentaria al ejecutivo. Le queda cuellón a Rodolfo desempeñar esta función porque no tiene bancada propia y porque sus condiciones y/o habilidades de parlamentario parecen lejanas a las que debe tener un líder de bancadas. Amanecerá y veremos dijo un ciego aunque después amaneció y no vio.

Pero la jornada dejó lecciones que hay que tener presentes. La primera de ellas es que cuando las clases populares cogen impulso, es difícil ganarle la partida. El impulso que tomó la gente cuando se quiso imponer una reforma tributaria a costa de los de menores ingresos, se fue agrandando convertido en descontento social y más cuando el gobierno de Iván el terrible Duque, no toleró la protesta y ordenó su represión. Allí comenzó el auge de quienes sí apoyaron la protesta y el sentimiento popular se fue volviendo antisistema.

La gente comenzó a mirar hacia atrás y comprobó que no eran situaciones nuevas sino que era la continuación del manejo que desde siempre ha hecho la clase política tradicional. Comprobó que primero fue el bipartidismo que se repartía el poder político y económico según quien gobernara y que después ellos mismos crearon sus partidos casi igualitos, todos sin ideología diferencial, y los fueron llamando Centro Democrático, Cambio Radical o De la U, para entre todos, junto con los rezagos del Liberalismo y Conservatismo, repartirse el poder alimentados por los clanes regionales como el de los Char, o el de los Aguilar, o el los Gnecco por solo mencionar algunos.

Fue esa clase política tradicional, la que perdió en las elecciones presidenciales. No fue Rodolfo Hernández quien en últimas solo sirvió de instrumento para medir el tamaño del fracaso. Y de ello, también hay que aprender. Recibió el respaldo de los de la petrofobia, de los que le creyeron el discurso de anticorrupción a pesar de estar imputado por ese motivo y de los que solo querían que se diera un cambio así fuera con un salto al vacío.

Pero en la otra orilla estaba el resto de inconformes. Estaban los que creyeron en el programa Petro Presidente a pesar de la propaganda negra que se hizo alrededor de su nombre y muy a pesar de que se prometía acatar la Constitución Política. Estaban los del impulso inicial, los de las clases menos favorecidas, los que entendieron que Colombia es de los países más desiguales del mundo, los que creen que es posible evitar que un gran porcentaje de la población sufra de hambre y los que piensan que hay que tratar de acabar con los privilegios sociales. Ellos, y solo ellos, fueron los ganadores.

En La Guajira también perdieron los políticos tradicionales. Los que votaron a favor del ganador casi doblan a los que votaron por el perdedor (162.849 contra 85.101). Lo que sí quedó claro fue que cuando no se intenta constreñir al elector, cuando no llegan los “recursos” para la compra de votos, la opinión libre vence. No otra cosa se puede concluir cuando encontramos en Uribia y Manaure, abstenciones del 82,21 y 77.5 % respectivamente. Es decir que cuando no se compran votos, los que votan, así sean poquitos, lo hacen libremente.

Como la población de Uribia y Manaure es fundamentalmente indígena, la clase política tradicional siempre le ha enfilado baterías para adueñarse de sus votos, riéndose, en el fondo, de su pobreza. Recuérdese los audios publicados del Ñeñe Hernández cuando prometía irse para La Guajira con varios millones de pesos para apoyar a su amigo Iván Duque. Esa investigación, que aún sigue pendiente, debería tomar nota de la alta abstención que se da en La Guajira, cuando no aparecen los negociantes de conciencia a través del voto.

Pero, después del vendaval debe llegar la calma. Sin que se cambien los planes de gobierno y sin que se olvide que el objetivo es reconocer derechos acabando privilegios, debe pensarse que lo fundamental es vivir en paz y que por eso el candidato hablaba de convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida, de la vida digna para ser mas claros.

Si se respeta la Constitución y se incentiva la democracia, todo cambio debe pasar por el poder legislativo donde hay representación de todos los sectores políticos, y allí debe darse la discusión profunda para decidir el rumbo de este pueblo nuestro de cada día.

La izquierda ganadora es una izquierda democrática. Pero la sociedad civil debe estar ojo avizor para denunciar desvíos, malos manejos o patrañas, que impidan el logro de un nuevo país donde el clientelismo y la corrupción se corten de raíz. Ahora le toca a la sociedad civil estar vigilante y participar con estudio, opinión y denuncia, en el futuro del país.

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