La Laguna Salada en la ruta libertadora

Amylkar David Acosta Medina
Amylkar David Acosta Medina
Expresidente del Congreso de la República, exministro de Minas y Energía, miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia. Docente e investigador de las universidades Externado de Colombia, Los Andes y Rosario. Autor de 44 obras publicadas.

(A propósito del Bicentenario de la independencia)

Un ignoto lugar, que ha pasado por desapercibido en las crónicas y relatos de la gesta independentista, relicto de un complejo lagunar ubicado en las goteras del Distrito capital de Riohacha, fue escenario de un feroz y cruento combate entre las tropas realistas, empecinadas en la reconquista de su otrora poderoso imperio en ultramar y las huestes patriotas que luchaban porfiadamente para consolidar la independencia alcanzada del yugo español.

Se trata de la Laguna salada, más conocida para los nativos como la Laguna salá, que llegó a abarcar una extensión de 55 hectáreas, hoy reducido a un humedal que a lo sumo cuenta con 2.200 metros de espejo de agua, rodeado de una exuberante vegetación en la que priman los manglares.

La laguna salada constituye un sitio icónico y la batalla que allí se libró un hito de la ruta libertadora, pocos conocidos, pues la narrativa de la misma tiende a invisibilizar y a subestimar sucesos que como este fueron decisivos para coronar con éxito la hercúlea empresa de nuestra emancipación.

En efecto, allí se libró el 25 de mayo de 1820 un cruel y cruento combate entre las tropas realistas que se habían apostado a su alrededor luego que se tuvieran que replegar ante la embestida de los patriotas, al mando del Almirante Luis Brión, oriundo de Curazao, secundado por el Capitán de navío José Padilla López y el Coronel venezolano Mariano Montilla, comandante de las operaciones, que las desalojaron de Riohacha el 12 de marzo de 1820, la cual había permanecido hasta entonces bajo su dominio opresor.

Vueltas que da la vida, allí combatieron, hombro a hombro, Padilla y Montilla por la causa de la libertad; después este traicionaría a Padilla y según lo registra la historia fue quien, junto con Rafael Urdaneta, intrigó ante Bolívar y lo hizo pasar por uno de los complotados en el atentado contra el Libertador la noche septembrina, malquistándolo con él y determinando la orden de su injusta ejecución, una de las páginas más ignominiosas de nuestra historia republicana.

Este fue el triste fin de quien, tres años más tarde de la Batalla de la Laguna salada, el 24 de julio de 1823, ya como Almirante, José Prudencio Padilla, con su valor y arrojo se coronó de gloria en la batalla naval en el lago de Maracaibo, derrotando estruendosamente la escuadra realista. Bien se ha dicho que la batalla del lago de Maracaibo fue en los mares, lo que la batalla de Boyacá en tierra firme. Sin el triunfo de aquella, no se habría podido consolidar ni recoger los frutos de esta última.

El estero en el que quedó convertida la Laguna salada fue testigo de la hazaña de los patriotas, cuyas tropas se vieron reforzadas por un contingente de irlandeses y de riohacheros que se alistaron a las mismas, al derrotar la resistencia de las tropas leales a la Corona española al mando del Brigadier Vicente Sánchez de Lima, las cuales huyeron hacia Santa Marta, en donde estaban acantonados los reductos de las diezmadas fuerzas realistas, convirtiéndola en su santuario.

El triunfo patriota en la Laguna salada desbrozó el camino para que las tropas realistas mordieran el polvo de la derrota en Santa Marta primero y Cartagena, La Heroica, asediada por el pacificador Pablo Morillo, después y de esta manera recobraron el control de los puertos del Caribe colombiano.

Doscientos (200) años después de esta gesta libertaria, el mejor tributo que se les puede rendir a cuantos ofrendaron sus vidas ante el Altar de la patria, es la protección y recuperación de lo que queda de la Laguna salada, para lo cual se deben emprender sin demora varias acciones. Las mismas que demandó de las autoridades competentes, mediante una acción popular el año pasado, el director de Corpoguajira Luis Medina Toro, la cual fue fallada favorablemente por parte del juzgado pero incumplidas.

El nuevo Director de Corpoguajira Samuel Lanaos Robles dispone del estudio pertinente, en el cual se hace el diagnóstico y se establece una hoja de ruta para su recuperación de este y tres humedales más del área urbana de la Capital, sólo hace falta que las demás entidades incumbentes dispongan de los 150.000 millones de pesos que se requieren para la ejecución del Plan de acción.

Se debe, además, incorporar en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) del Distrito de Riohacha como reserva especial, así mismo incorporarla tanto en el Plan de Desarrollo del Distrito como en su Plan financiero como proyecto prioritario, asignándole recursos provenientes del Sistema General de Regalías (SGR), ahora que en la reforma del mismo a través del Acto legislativo 05 de 2019 se prevé que el 1% de sus recursos deberán destinarse a la conservación de los ecosistemas estratégicos como este.

En ello se ha empeñado sin éxito la Academia de Historia de La Guajira, que preside el jurista Orlando Vidal Joiro. Adicionalmente, esta efemérides debería servir para promover un proyecto de ley tendiente a que la Laguna salada sea declarada Patrimonio histórico y cultural, pues tiene sobrados méritos para ello. De lograrse, podría convertirse de paso en uno de los mayores atractivos ecoturísticos del Distrito capital. Así honraríamos a esta ¡gesta procera independentista!

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