La realidad de mi amigo Lewis

Jhon Jairo Cataño
Jhon Jairo Cataño
Administrador de Empresas y Especialista en Gestión Pública.

Lewis es un joven mototaxista de 26 años, es una persona que siempre tiene una sonrisa y sentimientos de afecto para quienes tenemos la dicha de tener un amigo como él, como decimos aquí, no da lo que no tiene a pesar de la humildad en la que vive al lado de su compañera y sus dos hijas, le ha tocado duro dice, y es cierto se le nota en el tono del color de la piel de sus brazos y la cara, con respecto a su color de piel natural.

Es técnico administrativo del Sena, vive en el Cooperativo en una pequeña pieza de material arrendada y expresa que le ha sido difícil conseguir en Riohacha un trabajo formal que le permita sostener a su familia, por eso se vio obligado a trabajar como mototaxista pagando una tarifa diaria de 17 mil pesos.

Dice que le ha tocado vivir momentos muy difíciles en los últimos dos meses, su único medio de subsistencia para llevar la comida a sus hijas desapareció, que al comienzo de la cuarentena los hermanos le daban alguna ayuda pero un par de semanas después ya todos estaban en la misma situación de falta de recursos.

Cuenta que no ha recibido ayuda del gobierno nacional y que por mucha voluntad que el alcalde tenga los mercados no alcanzan para todos, con los ojos aguados dice que le duele mucho ver a las niñas pidiéndole comida y la impotencia de poder hacer muy poco, que a pesar de la situación su mamá alguna cosa le manda para las hijas, pero que a él y a su compañera les toca aguantar.

Expresa que entiende lo que está sucediendo con el Coronavirus, pero que humanamente no le es posible acatar la orden de cuarentena en su totalidad, ya que antes de que los mate la enfermedad, primero los mata el hambre o el estrés de la preocupación permanente de ver a su compañera y a sus hijas que con sus miradas de incertidumbre le piden que haga algo para apaciguar la situación.

Aunque en la primera cuarentena decretada por el gobierno que duró 19 días, acató la orden de no salir por el bien de él y de sus hijas, en la segunda jornada decidió ponerse de acuerdo con su vecino (el dueño de la moto) y que también corre la misma suerte, para que le prestara el vehículo para salir a rebuscarse y partían lo poco que se hiciera, ya que no hay mucha gente en la calle y toca evitar la policía que los acosa.

Opina que si él tuviera las condiciones o las comodidades que tienen quienes a diario hacen el llamado de quedarse en casa, lo haría porque sabe que es un bien para todos, pero que las autoridades deben entender que vivimos en La Guajira y en Riohacha, dónde no hay oportunidades y a la gente le toca rebuscarse la vida como puede e incluso exponiéndose a contraer el virus.

Dice que a pesar de las críticas de quienes tienen comida en su nevera, él se levanta todas las mañanas, le echa un vistazo a sus hijas mientras duermen, se encomienda a Dios y sale en la moto, claro tomando todas las precauciones, «me pongo el tapabocas y uso guantes, esto me da la tranquilidad de minimizar el contagio mientras trabajo, al llegar a casa hago lo propio, entro por el patio me quito la ropa, la echo en jabón y Mary (su compañera) me pasa ropa limpia para poder entrar a abrazarlas».

Señala que lo ideal sería que todos nos quedáramos en casa, pero ¿cómo se hace? si la realidad es otra para muchos que no tenemos posibilidades, cree que es mejor que se flexibilicen las restricciones porque el virus va a estar por varios años y que es imposible estar escondidos durante tanto tiempo, que los ciudadanos tomemos conciencia de la necesidad de protegernos para no enfermarnos, ni enfermar a los demás, reconoce que hay muchos imprudentes que andan en la calle sin motivo, sin protección y que sobre ellos las autoridades deben ser más duras.

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