Conclusión a una Realidad

Alfonso Povea Anichiarico
Alfonso Povea Anichiarico
Abogado, comisario Nacional de Policía, vicerrector administrativo y profesor de universidad del Tolima, juez penal municipal de Maicao, juez tercero de instrucción criminal de La Guajira, alcalde de Fonseca, asesor jurídico Caja de Previsión social de Cundinamarca y Notario Único de Riohacha durante 24 años.

Ya no tengo nada más que decir sobre el hambre y la miseria de los niños wayuu, que otros no hubiesen dicho con anterioridad con suficiente ilustración sobre sus causas y remedios. Hubiese preferido terminar con eso y no añadir inútiles palabras a una serie de hechos, en los que los escritos salen sobrando.

Pero de igual manera que hubiera sido preponderante no tener que comentar de una miseria en la población tan espantosa, no obstante que la supervivencia de esta miseria imponía se hablase de ella, de igual manera esta información no podía alcanzar la meta que se ha fijado, si no se prescindiera de determinadas críticas fáciles.

No hablaré con ambigüedad. Tal parece que hoy se obtiene licencia de mal guajiro, quien se atreva a denunciar la actual situación de mengua y carencia de La Guajira. Por ello tengo que decir que hoy día resulta difícil saber cómo ser un buen guajiro. Tanta gente, y de las más heterogéneas, se jactan con ese título y, entre ellas, tantos espíritus mediocres o interesados en divulgar que es razonable omitir o equivocarse.

Pero al menos se puede saber en ese concepto, lo que es un hombre justo. Y yo prejuzgo que La Guajira no podrá estar mejor representada y defendida que con actos de justicia por quienes quieran asumir esa obligación.

Mi papel, por lo demás no es buscar responsables ilusorios. No me agrada el oficio de acusador. Y si incluso me sintiese llevado a ello, aun me detendrían muchas cosas. Yo sé bien lo que es la crisis económica por la cual atraviesa La Guajira, que ha contribuido a la miseria, por el saqueo al cual la han sometido los corruptos de turno.

Pero yo sé también que a veces encuentran obstáculos las iniciativas generosas, por muy oportunas que estas sean, debido a la ambición de quienes también esperan su participación en el botín del reparto para aprobar proyectos. Y asimismo sé de sobra como una voluntad buena en principio puede encontrarse deformada en su aplicación.

Lo que he tratado de decir en general , es que si bien se ha querido hacer algo por La Guajira, si se ha hecho algo, esta tentativa no ha abordado más que aspectos íntimos del problema -explotación de la mina del Cerrejón- y lo ha dejado subsistir completamente.

Por tanto, no es para un partido o movimiento político este escrito, sino para hombres y mujeres ampliamente comprometidos con la creación de una Guajira Nueva: la del futuro. Y si tuviera yo que dar explicaciones de este escrito, sería necesario a los dirigentes presentes advertirles que acá no trato de decir: «Mirad que habéis hecho de La Guajira sino mirad lo que no habéis hecho por La Guajira».

No creo equivocarme al decir que el destino de La Guajira, de esta región, es trabajar, contemplar y luchar, y dar con ello demostración a los políticos de otras regiones, que vienen a conquistar nuestro territorio, que somos guajiros y buscamos nosotros mismos, la elaboración y administración de nuestros destino.

Sepamos, por lo menos, hacernos perdonar estas ansias y esta necesidad de poder, tan natural en nuestra rebeldía, tomando sobre nosotros las cargas y las necesidades de un pueblo, que quiere administrar sus propios recursos naturales renovables y no renovables, para que pueda entregarse por completo como en otrora a su insondable grandeza.

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