Cuidar los despropósitos

Alcibíades López Hernández
Alcibíades López Hernández
Periodista, psicólogo social, docente universitario.

Para esparcir tranquilidad, hay que convivir con ella. Tal como acontece en las sociedades armonizadas por el devenir del respeto, sobre todo, cuando la exigencia social lo amerita: sólo conciben las virtudes si están acreditadas. La sociedad guajira se asemeja cada vez menos, a nosotros mismos, reclamamos, sin embargo, hace rato que nos disponemos en constituirnos como la panacea guardada en una caja de pandora y confinarnos en ella: nos arruinamos.

Aparte del categórico confinamiento de nuestro accionar humano, expresamos otra desavenencia: la interpretación plural de dicha medida que nos conduce a globalizar la creencia de no dar crédito del mal social, que altera tanto la salud cognitiva, emocional y la vida de todos, como la economía del contexto, transformándonos con ello, en divulgadores de la “verdad” limitándonos en el transitar de nuestros despropósitos.

Para el decir coloquial local, la pandemia es producto de la imaginación. Manifestamos que es producto de la ignorancia en la materia, no obstante, ello sea el resultante o el indicio del desmedro de la Educación en La Guajira, no su razón. Persistimos en constituir el análisis desde una mirada coloquial, una categoría de pensar reacio que solo construye preguntas y respuestas desde un ángulo simplista.

Ahora, la atención del endeble accionar de medidas y controles de nuestra estructura social asimila su sentido administrativo: intenta articular con los dictámenes democráticos, precisamente, es ese el que va desvaneciendo. El rostro y la consciencia de una política descontextualizada se aprecian en las disposiciones institucionales como no estructurar un plan de acción o de contingencia, que articulado con el andamiaje productivo de la sociedad, debería tener un sentido provechoso para todos.

Con una medida histórica de participación ciudadana, empresarial y comercial, La Guajira habría intentado reducir los despropósitos que, en el sentido democrático, son cotidianos.

Este distanciamiento institucional, académico y comunitario obedece a una línea de conducta individualista, que ha permeado la actitud, el comportamiento y conducta de “todos” los miembros de nuestra sociedad. El no comprender de la importancia del uso del barbijo y establecer una distancia prudente en la interrelación, es una advertencia de ello.

Pero ocurre de igual forma, en el resto del país con los procesos y procedimientos en la construcción y desarrollo de los protocolos de atención. El propósito de una ecuanimidad entre los gremios productivos de la sociedad, las instituciones y el conglomerado comunitario, es fundamental para el ejercicio democrático, es el conducto regular por parte del sistema democrático para salvaguardar el beneficio de todos.

Cercano a la ejecución de medidas que consagran una intención de atención institucional que sólo simboliza una gestión gubernamental, la autoridad institucional invoca a lo que F. Roosevelt destacaba “en la vida hay algo peor que el fracaso: no haber intentado nada”, la seguridad de cumplir con el derrotero democrático.

Cuando el covid-19 exige su atención, quebranta la seguridad mental de propios y extraños, porque para algunos, su “estar en el mundo” es la viva expresión del desequilibrio que impera en la sociedad, la cual personifican; para otros, esta posición desborda la intención del “deber ser” en la fundamentación para atender el mal, y para pocos, el despliegue de mecanismo de atención a la pandemia, no debe atentar con el ejercicio productivo de la economía. En este mar de contradicciones y despropósitos, es urgente y necesario saber cuidarlos.

Últimas noticias

Artículos relacionados

Arrastre para mover

Ir al sitio