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Cuando la Alcaldesa de Bogotá Claudia López, hizo unas justas advertencias con relación a los ciudadanos venezolanos indocumentados, sin tener esa ciudad una frontera abierta legal o ilegalmente como en Cúcuta Norte de Santander y Maicao en La Guajira, da la impresión que lo hizo con toda cordialidad, de eso no me cabe la menor duda.

Pero la sinceridad no es una virtud de ella en si. Hay sinceridades tan confusas que son peores que la mentira. No se trata hoy para nosotros los habitantes de las fronteras hablar en plano sentimental, sino de hablar claro, para que se entienda bien lo delicado que es a este respecto el dilema de los indocumentados.

En ese asunto de los forasteros desconocidos simplemente, comentaré lo relacionado con los venezolanos que ingresan al país clandestinamente en violación a las leyes de inmigración. En este caso, sería para ellos una situación muy difícil y delicada, y para Colombia también lo es. Sin embargo el gobierno ha procedido con equidad, con mucha prudencia y consideración, teniendo a veces forzosamente que tomar medidas en resguardo de su soberanía, como lo hizo Venezuela en otros tiempos con los inmigrantes ilegales de Colombia a ese país.

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Por tanto es necesario e indispensable partir del hecho de que Colombia tiene el deber de ejercer y de mantener de alguna manera su soberanía, ante la penetración ilegal de gente que viene de otros países. Por ello forzosamente los que entran ilegal y clandestinamente, por lo extenso de nuestros límites fronterizos que es fácil entrar, deben ser regresados por el lugar de ingreso, sin consideración alguna, diferente a que por razones humanitarias sea necesaria su permanencia, por la condición de perseguido político para la protección y seguridad de su vida.

Las autoridades colombianas de fronteras deben poner un especial interés en identificar a quienes comercian en el tráfico de ingresar de manera ilegal venezolanos al país, porque son los más responsables y deben ser sancionados.

Y los representantes diplomáticos consulares que ejerzan esa función deben entender que Colombia tiene que preocuparse por esta situación, todo dentro de un espíritu de equidad, ya que esos centenares de miles de venezolanos que viven en el país, si no están dedicados a actividades ilícitas, no son perseguidos, sino tratados como personas honestas.

Muchos de ellos disfrutan de nuestras ventajas, asisten a nuestros hospitales, sus hijos van a nuestras escuelas, y mucho de esos hijos adquieren por nacimiento la nacionalidad colombiana; otros envían considerables sumas de divisas fruto de su trabajo o las transportan personalmente traspasando la frontera para ayudar a sus familiares en el vecino país.

No obstante todo lo dicho, yo quisiera dirigirme a la opinión pública, antes que a los dirigentes del gobierno y de la  oposición, que en vez de apelar al fácil expediente que, en cualquier país, se puede utilizar -y Venezuela no es la excepción-, de encender una especie de sentimiento de hostilidad, porque de Colombia se están expulsando a ciento de venezolanos indeseables en toda comunidad, que las autoridades tienen que actuar simplemente de acuerdo con las normas de seguridad, para salvaguardar su Soberanía. 

El tratar esta cuestión de los venezolanos indocumentados, me ha parecido fundamental y he querido referirme a ello, de tal manera que en forma clara, se sepa que los gobiernos de este país en distintas épocas, han sido firmes, porque tienen que serlo y que el pueblo colombiano es sumamente sensible, porque las circunstancias actuales históricas inevitablemente lo han llevado a esa sensibilidad.

Por ello siempre busca con el pueblo venezolano lazos de amistad. Y como venezolano que también lo soy, me uno tanto acá como allende la frontera de la República Bolivariana de Venezuela, para que hagamos a un lado todo lo que pretenda envenenar y deteriorar la necesaria amistad entre dos pueblos hermanos, a fin de que podamos encontrar -independiente de la forma de gobierno de cada país-, resueltamente las soluciones justas y de entendimiento fraternal para que presidan las relaciones entre ambos pueblos.