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Los niños en La Guajira se siguen muriendo por causas prevenibles. La realidad es así; se mueren hoy, tanto o más que el año pasado, más incluso que hace dos años, o que hace 5 años, y las cifras parecen no reducirse según el informe revelado por Human Rights Watch – HRW junto al Centro de Salud Humanitaria Johns Hopkins. 

En las estadísticas vitales de La Guajira en la parte relacionada con las defunciones no fetales por causas asociadas a deficiencias nutricionales publicadas por el Dane para los años 2018, 2019 y primer trimestre 2020 se identifica que los casos de muertes de niños, en su mayoría indígenas en La Guajira, el 62 % se presentan antes de cumplir el primer año de vida, distribuido así: de 0 a 5 meses de edad el 27 % y entre los 6 a 11 meses el 35 %. El 26 % de las defunciones se evidencian entre los 1 y 2 años de edad.

La muerte de niños después del primer año de vida obedece a que ya en la primera etapa de crecimiento y desarrollo (primer año) se agudizan las deficiencias nutricionales. Esto implica que para proteger la vida de este grupo poblacional, el mayor esfuerzo se debe realizar durante su primer año de edad, pero desafortunadamente solo el 1.3 % de los nacimientos de las zonas rurales dispersas son atendidos por parteras y otras personas logran registrarse. Es decir, muchos de los niños wayuu nacen y muren sin acceder al sistema de salud.

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Es por ello, que en el departamento cada semana se muere 1 niño por desnutrición y las cifras tenderán a aumentar considerablemente este año a causa del aislamiento social obligatorio. Alia Sunderji, médica de emergencia pediátrica y MPH de Johns Hopkins, quien participó en el estudio sobre las condiciones de salud de los wayuu, afirmó que en esas comunidades se presentan niveles de desnutrición más altos y críticos que en algunas poblaciones africanas.

Dentro del estudio también se revela, que a pesar de que la población wayuu cuenta con medidas cautelares para la protección de la vida de los niños y la Sentencias la T- 302 del 2017, aún no se ha logrado garantizar una solución efectiva de agua potable en las comunidades y el acceso permanente a los alimentos. Esto ha permitido que no se avance sobre el estado de desnutrición dentro de la población infantil.

El informe dado a conocer señala que “la recuperación de un niño con desnutrición grave es realmente fácil y se puede hacer dentro de la comunidad, siempre y cuando se implemente un seguimiento y una alimentación especial, que le permita al niño ganar peso de manera adecuada y en tan solo 2 meses puede salir de ese estado”.

Afirma Shannon Doocy, profesora asociada de Salud Internacional en la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg. Revela, que al dejar a los niños recuperados sin el seguimiento adecuado y en un territorio que no garantice agua y alimentos de manera permanente y suficiente, es probable que vuelva a recaer en un estado de desnutrición grave. Ese es el origen del circulo vicioso de la desnutrición en La Guajira.

El informe de HRW induce a pensar que en las actuales condiciones de emergencia, la situación adversa de los wayuu se agudizará por la falta de agua potable y alimentos, la grave desnutrición de los niños wayuu y un virus tan poderoso como covid-19, deja sin protección a un significativo número de niños indígenas que deben enfrentar esta lucha en medio de las carencias y la pobreza extrema.

Desde el Estado se mantiene la hipótesis, que la dispersión de los asentamientos rurales ha sido el mayor obstáculo. Empero, si se trata de cambiarle la vida de un niño que lleva un tiempo prolongado sin comida o agua suministrada de manera adecuada, el aislamiento no debe ser un impedimento a la hora de salvarle la vida.

Más aún cuando se conocen casos de organizaciones humanitarias, como la Fundación Caminos de Identidad – Fucaique actúa en el municipio de Manaure que han logrado recuperaciones nutricionales incluso en medio de la pandemia.