En Riohacha los escritores se hacen escribiendo

Deibis David Amaya Pinedo
Deibis David Amaya Pinedo
Ingeniero de sistemas, certificación ITIL V4, docente por vocación, tutor de comprensión lectora y producción de texto en la universidad de La Guajira. Estudiante de Licenciatura en Etnoeducación. Fundador y editor de revista literaria La Iguaraya, escritor.

El primer acercamiento que tuve con la literatura fue en el 1990, justo cuando me graduaba de básica primaria en el colegio Isabel María Cuestas González. Novato en el oficio aún, recibí como obsequio de grado un paquete que contenía ‘La Hojarasca’ de Gabriel García Márquez, un libro narrado a través de los monólogos de tres integrantes de una misma familia que giran en torno a la muerte de un doctor despreciado por todo el pueblo.

Cautivado con aquel tipo de escritura y aquella genialidad para fabricar historias, empecé a construir textos breves sin muchas pretensiones. Sin embargo, no fue hasta muchos años después, en bachillerato, aún con un estilo rústico, ‘La Pluma Mágica’ un relato infantil en el formidable estilo de Dickens, me hizo merecedor del primer puesto en un concurso de cuento en la celebración de la Semana Cultural Padillista en el año 2000.

Infiel a esa pasión de noctámbulo que me ha perseguir hasta el último día de mi vida, preferí estudiar ingeniería de sistemas en la universidad Popular del Cesar y por un tiempo dediqué todos los esfuerzos en aquella consagración sistemática de algoritmos y comandos que nunca me dio la gana de comprender y en la que realmente estuve por vil necesidad.

En esa época de universitario marginal, tropecé con el Grupo de Cultura Raúl Gómez Jattin y por primera vez sentí que valía la pena experimentar toda esa precariedad económica mientras cursaba la carrera.

Solía ahuyentar la mala situación con formidables historias y lecturas exquisitas de Kafka, Sábato, Hemingway, García Márquez y Cortázar. Uno de esos días, en noviembre, me animé a participar en la segunda versión del concurso de cuento corto realizado por la Biblioteca Rafael Carrillo Luquez y logré un tercer puesto siendo el más novato de todos los concursantes.

En las versiones de los años siguientes logré estar entre los diez mejores participantes, ganándome a pulso un lugar de renombre en la compilación de los diez mejores cuentos, que fueron publicados en un libro impreso.

Mucho tiempo después, por extraños vericuetos del destino, el buen azar hizo que regresara a Riohacha y en ese trasegar de foráneo en su propia tierra, logré seducir a la Revista Mexicana Letralia con un cuento fantástico cuya trama gira en torno a un matrimonio wayuu.

El primer párrafo de la historia, narrado en reversa y el final que al mismo tiempo es el inicio, cautivó al director del periódico independiente La Guajira Hoy, Clímaco Rojas Atencio quien me brindó la oportunidad que se me había escapado de las manos durante varios años.

Así empecé como columnista. Contra todo pronóstico, La columna “Cosas extrañas que sucedían en el Liceo Nacional Almirante Padilla” logró un impacto vertiginoso en muy poco tiempo. Es un texto idílico que hace remembranza aquellos años maravillosos que viví en el ‘Liceo Padilla’ y a las anécdotas cotidianas del bachillerato.

Cada párrafo absorbe con nostalgia las vivencias en los corredores y los salones ahogados de recuerdos. La inmortalidad de los docentes, quienes abandonaron su juventud para envejecer con nosotros, los amores contrariados de jovencitos mayores con mujercitas de sexto grado y los eternos pleitos en la salida.

El texto, además, rinde tributo a aquella época dorada de una de las instituciones educativas más antiguas de Riohacha. A los compañeros “liceístas” que fueron creciendo, en la medida que soñaban como adultos y a los docentes que hoy no están con nosotros.

Aunque suelo ser escurridizo a los reconocimientos y a las sorpresas, decidí a última hora asistir a la celebración de los 8 años del periódico, sin saber que recibiría una distinción por haber escrito la columna de opinión más leída en el año.

La columna de hoy, no trata sobre mí, mucho menos es una autobiografía, lejos de parecer un impulso acostumbrado por el ego, es el profundo agradecimiento de un simple escritor riohachero que ha doblegado el tiempo a su favor y al mismo tiempo, un llamado a los gobernantes locales para que apoyen la proyección cultural de los colegios, pues hay mucho potencial literario en ellos y se está perdiendo.

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