Entre la Verdad y la Injusticia

Alfonso Povea Anichiarico
Alfonso Povea Anichiarico
Abogado, comisario Nacional de Policía, vicerrector administrativo y profesor de universidad del Tolima, juez penal municipal de Maicao, juez tercero de instrucción criminal de La Guajira, alcalde de Fonseca, asesor jurídico Caja de Previsión social de Cundinamarca y Notario Único de Riohacha durante 24 años.

En un país en donde nadie cree en nada, y muchas veces ni en sí mismo, resultaría difícil convencer a una persona de su error; siendo más fácil insistirle que persista en su engaño. Por esta conclusión hago mis escritos como una manera de acogotar el tiempo, en este encierro obligatorio por la pandemia, no para que alguien los comparta, sino para reflexión y deducción de los que hagan la distinción de leer mis artículos. Sin embargo hay que analizar para creer si el camino natural de una verdadera convivencia pacífica, es o no una utopía muy difícil de encontrar, cuando se debate entre el clamor del odio, por una parte y el egoísmo y la agitación de acometer con la misma o mayor hostilidad la parte contraria.

La frustración en todo caso, es absoluta. Y resulta más enojoso y complicado, cuando se mezclan justicia con política, como en el caso de el senador Álvaro Uribe Vélez, con su completa falta de visión y ceguedad en toda circunstancia. He acá por ello, que somos incapaces, para dar soluciones efectivas a la paradoja en las sinrazones legales y políticas, que envenenan el proceder y conducta de los colombianos saturados con tanto odio, aceptado por los que pregonan con bastante dificultad una ‘falsa paz’, con su táctica de prudencia y silencio en esta difícil situación de violencia que vive el país.

No apruebo acá, determinadas ‘actividades abusivas’ del expresidente Uribe Vélez, ni sus veleidades en el desempeño como presidente de la República y otros cargos públicos anteriores, pues ni en lógica ni en justicia puede admitirse esa actitud,  siempre y cuando se compruebe la responsabilidad penal de la acusación y se le haya oído y vencido en juicio, con todas las garantías procesales, que concede el Estado Social de Derecho, establecidas en la Constitución Política Colombiana, no por lo que es, sino por lo que ha hecho, para juzgarlo respetando sus derechos fundamentales, pues da la impresión que los nuevos Magistrados, ‘levantándose la Toga’ soslayaron pruebas de vital importancia que reposan en el expediente, que favorecían al inculpado, que se conocen por las filtraciones de parte y parte violando la reserva sumarial.

Se puede no compartir este punto de vista, pero al menos es mi concepción, la cual debe desde lejos ser respetada, «pues una sociedad se juzga a sí misma en el momento en que no es capaz —por falta de definición o ideas claras— de castigar a auténticos criminales». Y una sociedad que tenga suficiente claridad de esta definición y quiera reformar su justicia, jamás puede dejar de tener la preocupación elemental de destello y de distinción entre la justicia, el derecho y la injusticia.

La detención de Álvaro Uribe fue en grado sumo exagerada y en mi concepto no la comparto y dentro de mi opinión abierta como profesional del derecho la desconozco, pues había que medir la peligrosidad y la actitud del encartado, frente al anterior cumplimiento a los requerimientos, de la Corte Suprema en el caso motivo de la acusación del proceso en curso; debido a que con las filtraciones acrecentadas, después de la indagatoria de hace ocho meses, podía haberse fugado, si es que los Togados al tomar la decisión de la detención domiciliaria consideraban como peligrosa su libertad y actuación como senador.

En todo caso este proceso para preservar la majestad de la justicia, está pidiendo claridad. Y no solamente para evitar a una persona y a su familia sufrimientos desmedidos con sus fallos, sino para que la opinión pública no le queda quede la menor duda en la grandeza de la justicia misma y de que quienes la administran lo hacen con decoro y dignidad; y por lo menos en este caso, se haga por la razón y la justicia y no a través de pujanza y de intriga, para que el fallo se haga respetable.

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