No me digan corroncha, pero si me preguntan qué prefiero, entre cualquier ciudad del mundo y La Peña, ¡¡prefiero La Peña!! Cuando el semestre quería terminar ya mis maletas estaban listas y el día del último examen, salía de la U a la terminal. No me embelesaba Barranquilla.
Mi profesor de redacción, Wilmer Fábregas, a quien quiero y agradezco, era pesado, cada trabajo que hacíamos debía evidenciar fotos con el personaje y en el lugar. Así tengo fotos con los padres Matutis, Hoyos, Shakira, Fabio Poveda, locos, vendedores callejeros, entre otros.
Una semana Santa nos mandó a cubrir la fecha en los corregimientos del Atlántico, ¡¡no podía viajar para mi casa!! En carnavales, me tocó cubrir la Batalla de Flores, así que le rogué que me pusiera un trabajo en La Guajira.
“Bueno tráeme una entrevista con un juglar, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Poncho Zuleta”, acepté. Pensé que mi mamá me conseguiría una cita con Diomedes, pero el novio y luego esposo de mi amiga Lucy Mejía, Martín Guillermo Zuleta Mieles, (hoy alcalde de La Paz) me consiguió con su tía Nancy, la entrevista con Oñate.
Era lunes santo en la mañana cuando llegué a La Paz, Cesar a la casa del Jilguero de América, no me la creía, estaba por entrevistar el cantante de Rosa jardinera, Dos rosas, El corazón del Valle, Canasta de ensueño, Solo a usted puedo contarle, Amiga de mis penas y tantas otras canciones que me acompañaban en los caminos de mi niñez en La Peña.
Nació mi Poesía, es mi preferida. Abro paréntesis, a Juan Cataño Bracho, que me oía cantar cuánta canción sonaba, se le ocurrió que yo podía ser cantante, y me llevó con Madeleine Bolaños de las Chicas del Vallenato, canté Nació mi Poesía, cerré los ojos y me sentí caminando hacia El Campanario, en La Peña, cuando los abrí, oi decir: “tenemos el primer toque el viernes”. ¡¡Me eligieron!! Pero elegí mi carrera. Cierro paréntesis.
A la entrevista me acompañó mi hermana Vicky, como fotógrafa invitada. Nos recibió Nancy, muy amable; al instante salió Oñate en jean y camiseta, jovial, sencillo, queridísimo. Nos habló de su vida y obra, orgulloso de ser el primer cantante solista de vallenato, de su amor por el canto desde niño, de su pasión por la ranchera, la balada, el amor por su pueblo, el campo; fue muy conmovedor hace 30 años, oírlo hablar de sus hijos y de Nancy como su fortaleza. Hoy me duelen.
Nos levantamos de los taburetes de cuero en el kiosco enorme, para pasar al ambiente íntimo de su estudio, lleno de discos de oro y platino que con satisfacción nos contó de cual trabajo discográfico lo mereció y en qué evento lo recibió.
Hablamos del más fuerte, tema del momento, y de su admiración por Aurelio ‘Yeyo’ Núñez, como compositor y arreglista.
Terminando, nos invitó a almorzar, yo nunca había visto una mesa tan opípara en mi vida, había gallina, conejo, chicharrón, arroz de coco, plátano asado, queso. En un ‘bifé’ largo ubicado cerca de la mesa del comedor había envuelto en mantelitos de cuadro gran cantidad de arepas de queso, una batea con almojábana, como 10 vasijas llenas de diferentes dulces, una cuajada de queso, más dos botellas de miel.
“Yo desayuno todos los días con arepa de queso, y en mi almuerzo no falta el plátano asado y el queso” nos dijo. “Todas estas son para el desayuno de la semana, porque vamos saliendo para Coveñas y de pronto allá no hay”.
Nos despedimos como amigos de toda la vida, éramos Noralma, Vicky y Jorge. Así le llamé siempre como buena lisa: Jorge, mi amigo, y soltaba la carcajada.
Cuando se enfermó, Dios me habló, con esa mala costumbre que tiene de anticiparme cuando alguien va a morir, le dije a mis hijas y a mi esposo y orábamos a Dios que si fuera posible cambiará su voluntad y le diera vida.
El día de su partida solté una lágrima triste: Se fue mi amigo, Jorge. Sin carcajada.