En el mundo del hoy el negociante se ha reinventado, gracias al coronavirus varias innovaciones se han dado en el medio económico-comercial y han ido resurgiendo, pues en algún momento cuando en el desierto guajiro apenas se consolidaba, todas estas modalidades de comercialización existieron, objetando, la gran diferencia que hay ahora puesto que la tecnología no da revancha en el juego de la supervivencia.
En este orden de ideas, es muy común escuchar a diario el vendedor ambulante que vende el guineo rosado, el humo aislador de bacterias y hasta la “bolita” pero, el más innovador vendría a ser la rifa, que en realidad de innovadora no tiene mucho si no que, dadas las circunstancias llueve por montón, quien no ha vendido o comprado una rifa en estos cuatro meses de aislamiento; no es guajiro.
Y precisamente por ser guajiros, en épocas de pandemia pagamos dos mil pesos para comprar una incertidumbre en la cual el premio tiende a ser una caja de cerezas y en algunas ocasiones un mercado que lleva por nombre el de la causa misma: supervivencia.
El vecindario, quienes muy gustosamente “colaboran con la causa” y acceden a comprar un sueño de ganar, cuentan que en muchas ocasiones el vendedor de dicha rifa se oculta el premio en los bolsillos, se pierde del arenal y nadie lo vuelve a ver hasta la próxima rifa cuando el ganador anónimo ya ha dispuesto del premio ganado.
Es entonces donde se sospecha, tras no haber ganador real, que se rifó una tragedia en vez de una “caja de frías” o “un mercado de la supervivencia”.
Empieza entonces la segunda etapa del desosiego, no aparece el vendedor, no aparece el ganador y si aparece el ganador el vendedor queda como deudor.
Fiel muestra de ello, es aquel relato que cuenta la sabiduría popular… un hombre amaneció muerto encima de un pilón de sal en las charcas de Manaure guajira, con un cúmulo de boletas que rifaban “una canasta de frías” y una nota que decía, “por tramoyero y tramposo”.
De modo que, mi querido lector, si va a comprar una rifa no espere de a mucho ser el ganador y si va a vender una tragedia, mejor será que entregue el premio para que su ganador no se convierta en el hacedor del premio que él le considere correspondiente a usted.
Es así como no está nada mal ser emprendedor siempre y cuando se tenga en el presente la idea de respeto y honestidad, es así como el aislamiento y la pandemia le envían regalos a la muerte y no precisamente con pruebas positivas para covid-19, sino con pruebas positivas para frialdad humana en tiempos de inestabilidad económica.