Verdades a medias

Néstor José Monterrosa López
Néstor José Monterrosa López
Abogado, especialista en Derecho Público, docente universitario, servidor de la Procuraduría General de la Nación por más de 15 años, actualmente Asesor de Planta en la alcaldía Mayor de Cartagena de Indias.

En busca de líneas que me permitieran articular una idea sobre las lecturas equivocadas que se suelen tener a partir de algunas expresiones, miradas, gestos o intenciones, como una especie de ejercicio para atinar en ordenar un rompecabezas abstracto que por piezas, se empiezan a construir por esos “mensajes”, me encontré con un artículo que dio un matiz diferente a mi propósito.

Se trata de un escrito de Bertolt Brecht, titulado “las cinco dificultades para decir la verdad”, el cual no propiamente habla de las mentiras, sino de las verdades que se deben exponer como posturas no subjetivas, ni reformadas a un puntual interés, pero sí a veces por su peculiaridad, deben descubrirse entre letras, u ocultas en frases, en tanto las “verdades reales” suelen ser más punzantes y menos entendibles, que las “verdades falsas” o caprichosas.

Entre las técnicas o recomendaciones del Alemán, asaltan mi curiosidad dos, estas son, la inteligencia para descubrirlas y la astucia para difundirlas, sobre todo cuando tu pretensión al enviar un mensaje muy a pesar de saber que lo leerán 10 o 1000, solo te interesa que lo descubra uno o un grupo especial.

Una verdad “literal” es por ejemplo tener una Constitución, rica en derechos, en predicados por acciones e instituciones a defender a los “marginados”, al medio Ambiente, a los Grupos Étnicos, pero a pesar de tener toda una estructura, que a veces resulta enredada para articularse en pro del medio ambiente, se sigan presentando situaciones como desgastes administrativos, e intereses burocráticos, y se olvide la verdad de las palabras.

Casi como cuando, y solo es un ejemplo, el presidente de cierto país, exclama ante instancias internacionales la relevancia de los páramos en su territorio, y el discurso resulta como una verdad para justificar una política, sin embargo, la voluntad y el aparato de ese Estado, ceden a las verdades subjetivas de grupos económicos en contra de esos mismos páramos.

O cuando por ejemplo en un Departamento como La Guajira, se resalta la importancia de la cultura Wayuu, de lo ancestral de su historia, del valor patrimonial de sus tradiciones, pero el andamiaje de ese Estado, de las riquezas que salen de sus tierras, muy al contrario de reflejar esa importancia en porcentajes de valor, por inversión, por atención, o focalización, en nada corresponde a esos discursos enaltecedores.

Un mensaje llega a ser tan poderoso, que hasta puede ser equivocado frente a la verdad, quizás porque el propósito es distinto a ella, es decir, la intención es la mentira, esto es evidente en la forma como se justifica una ley, como se expone o titula una noticia, o simplemente como se pregunta algo para encontrar intencionadamente una respuesta acomodada a la verdad superficial de quien pretende utilizarla.

Las oscuras intenciones que pueden llevar ciertas expresiones como podría acotar Chomsky, a partir de lenguajes triviales y poco aterrizados al problema, se pueden dar por dos razones, entre otras.

La primera, el emisor del mensaje o no sabe transmitir la idea, o simplemente quiere con una frase o discurso ocultar su voluntad, que se materializa de otra forma, por ejemplo, una “ley perversa” o noticia insinuosa, que se muestra como la mejora ante un hecho, bien sea social, económico, o político, y ello resulta suficiente para el receptor desprevenido.

La segunda, el Emisor, con eufemismos pretende dar a su receptor un contexto más liviano o poco trascendental y este cae en esa forma de verdades a medias, subjetivas o poco consecuentes.

Así entonces la próxima vez que recibas un discurso, que leas un artículo, o te dan un detalle, incluso una mirada, pregúntate, cuál es la verdad de ello si lo pones en el contexto de tus intereses, entorno, o realidad, o si la colocas en la realidad o el contexto de quien la emite.

Es como quien en una oficina solo tres días a la semana suele ser generoso en colectivo, y parece que ese sería el predicado de su verdad, pero su mensaje tiene un destino muy particular y directo, como por ejemplo una persona, o como quien invita un café, y lo menos que le interesa es el café. También quien expone como remedio de Estado, la justificación de la represión en procura de la institucionalidad y la convivencia, cuando es la institucionalidad la que quizás esta mancillando la convivencia.

“Si todos los archivos contaban la misma mentira, la mentira pasaba a la Historia y se convertiría en verdad” Orwell.

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