Es la fachada del Cementerio Central.
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A cualquier hora del día existe un silencio que inspira respeto en el Cementerio Central de Riohacha, reírse es difícil, escuchar música a alto volumen, imposible. El ambiente es lúgubre y sombrío aun con el sol canicular de casi 40 grados a las 12 del medio día, que deja caer sus rayos sobre la brisa marina.

Este lugar que hoy se considera una reliquia histórica de Riohacha recuerda lo corta que es la vida y confirma el cese definitivo de las labores cotidianas.

Esta es la avenida principal del Cementerio Nuestra Señora de los Remedios
Esta es la avenida principal del Cementerio Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha.

Según el abogado e historiador riohachero, Orlando Vidal Joiro, aún se desconoce la fecha exacta de la inauguración del Cementerio. Para el año 1938, Buenaventura Pimienta y Anastasio Mendoza declararon en extrajuicio haber participado en la construcción cuando ya tenía más de 20 años funcionando. “Eso debió ser a fines del siglo XIX o principios del siglo XX, pero aún no se precisa el año”, señaló Vidal.

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En aquel entonces, los capuchinos italianos decidieron dividir el cementerio en dos secciones: una para católicos y otra para no bautizados, este último era de un área más pequeña. “El de los no bautizados desapareció porque unas personas invadieron el terreno. Todo era monte, la primera que se metió fue la señora Josefa Zimmerman que ya falleció, y con el tiempo se fueron construyendo más casas”.

Esta es la avenida principal del Cementerio Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha.

Los restos de personajes que dejaron huella en la historia de Riohacha, como Luis Alejandro López, compositor del himno de La Guajira; Enrique Lallemand, reconocido docente, El músico Adaníes Díaz; Nelson Amaya, senador y gobernador; la reconocida docente Sara Deluque, el historiador Benjamín Espeleta, entre otros, yacen en bóvedas y osarios con lápidas; los testigos de su trabajo no olvidan sus importantes aportes al progreso del territorio guajiro.

Hay muchas bóvedas elegantes que fueron construidas en la época de las bonanzas que han invadido a la ciudad.
Hay muchas bóvedas elegantes que fueron construidas en la época de las bonanzas que han invadido a la ciudad.

Algunas familias decidieron invertir recursos para enterrar a sus muertos en ostentosos mausoleos con lápidas de aluminio, metal y bronce. “Hoy en día se hacen en mármol o en vidrio para que no se las roben”, señaló Vidal Joiro.

El historiador asegura que antes la morada de los muertos era respetada por la mayoría de habitantes de Riohacha; sin embargo, no faltaban los vándalos que profanaban las tumbas para extraer preciadas prendas que portaban los difuntos, tales como dientes de oro, joyas o marcapasos.

La primera morgue

El tráfico de Marihuana dejo una ola de sangre en La Guajira durante la década de los 70 y 80, cuando muchos guajiros que engrosaron sus capitales de la noche a la mañana asesinaban a quienes se entrometían en sus negocios ilícitos. “En ese entonces había muertos todos los días, llegaban varios en un solo día y eso permitió que el cementerio se expandiera rápidamente y también crecieran los N.N, quienes fueron enterrados en fosas comunes por los curas o rescatados por la señora Sonia Bermúdez, quien hoy tiene un cementerio para los no identificados” indicó el historiador.

Vidal añade que producto de las hostilidades se construyó una morgue con dineros de los familiares del médico legista Luis Cotes Barros quien preparaba los cadáveres para ser sepultados, actividad que le generaba el sustento diario.

Antigua costumbre de los entierros

Los sacerdotes se dirigían a las casas acompañados con acólitos que llevaban faroles y Cristo, luego sacaban el féretro, lo trasladaban hasta la Catedral, el religioso los bendecía para luego llevarlo al cementerio, donde nuevamente era bendecido, y se consolidaba el final de la ceremonia.

Para llevar al muerto desde la vivienda al cementerio, se realizaba una procesión religiosa donde los curas iban acompañados de sus monaguillos. “A principios del siglo XX normalmente se recorría la plaza Padilla después de la misa hasta llegar al cementerio”, añadió Vidal Joiro.

Con el pasar de los años la fachada fue renovada, la escultura de ángel que se encuentra encima de la puerta principal era parte de la Catedral Nuestra Señora de Los Remedios. Además, se usó otro material para darle un aspecto diferente.

Un muerto diariamente

Tomás Jiménez es el sepulturero encargado del Cementerio Central, camina por los pasillos con suma tranquilidad y casi siempre conversa con aquellos que visitan a sus difuntos. El asegura que existen aproximadamente cinco mil bóvedas y que cada día llega por lo menos un fallecido a engrosar esa lista. “Siempre hay espacio en el cementerio porque después de tres años de arrendamiento de bóveda, los restos son trasladados a los osarios para que otro muerto pueda hacer uso de esta”.

Si alguno quisiera enterrar a su familiar fallecido en un lujoso mausoleo no podría, porque no hay más espacio, así lo asegura el sepulturero, quien añade que los actuales han llegado a costar hasta diez millones de pesos.

Jiménez les brinda un parte de seguridad a los ciudadanos manifestando que el vandalismo se ha reducido considerablemente y que no se permite que indigentes lo utilicen para dormir o para necesidades fisiológicas.

Por su parte, Orlando Vidal Joiro no duda en afirmar que el Cementerio Central es una reliquia histórica de Riohacha y que es necesario que se dé a conocer su historia a los visitantes y que se preserve con el pasar del tiempo.

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